PANAMÁ.- El hermetismo y la especulación marcan hoy las informaciones sobre el sepelio del exdictador Manuel Antonio Noriega, fallecido la noche del lunes a los 83 años en un hospital público de la capital de Panamá tras más de dos meses en cuidados intensivos.
Medios locales aseguran que los restos de Noriega fueron trasladados esta tarde desde el estatal Hospital Santo Tomás hasta un crematorio ubicado en la capital panameña, sin que ninguna fuente oficial o de la familia lo haya confirmado.
Distintas fuentes indicaron que los restos del exgeneral fueron sacados del hospital por un túnel para evadir al gran número de medios de comunicación a las afueras del sanatorio y llevados al crematorio.
Efe pudo constatar la presencia de media docena de policías en la sede de la empresa Sercresa, dedicada a la cremación, a la que supuestamente llegaron los restos de Noriega en una camioneta que recorrió parte de la ciudad sin ningún tipo de escoltas.
Ninguno de los teléfonos de esa empresa fueron contestados en varios intentos de EFE por contactar a sus portavoces.
Este mismo martes el viceministro panameño de Salud, Eric Ulloa, declaró a los periodistas que los familiares del exdictador podían recoger el cadáver del exmilitar.
“Le dimos la orden (al hospital) para que entreguen el cuerpo a sus familiares”, precisó el viceministro, que explicó que “ya el señor magistrado de la Corte Suprema de Justicia, José Ayú Prado, nos ha dicho que es un caso que se puede liberar y entregar a sus familiares”.
Noriega, el último dictador de Panamá, murió la noche del lunes en el Hospital Santo Tomás donde llevaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos más de dos meses tras ser sometido a dos cirugías por un tumor cerebral.
El exdictador, que gobernó con puño de hierro el país entre 1983 y 1989 y fue derrocado por una cruenta invasión estadounidense, fue extraditado a Panamá el 11 de diciembre de 2011 tras cumplir más de 20 años en la cárcel en Estados Unidos y Francia por narcotráfico y blanqueo.
En Panamá cumplía más de 60 años por la desaparición y el homicidio del guerrillero izquierdista Hugo Spadafora, por la muerte del militar opositor Moisés Giroldi y por la denominada Masacre de Albrook, en 1989, cuando murieron 9 militares que intentaron derrocarlo.
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