En la era del marketing los políticos envidian la popularidad del creador de Apple, único símbolo de la innovación. Y es que, desde hace años, los políticos se han convertido en una especie de roperos de ideas anquilosadas. En su admiración por Steve Jobs subyace la envidia.
Sin rating no hay gobierno exitoso. Más de una Constitución utiliza el eufemismo “moción de censura” para referirse a la ausencia de rating de su gobernante en turno. Lo mejor, es salir por la puerta trasera.
Zapatero perdió su frescura mostrada durante su primer gobierno a partir de una ocurrencia: negar la crisis económica cuando la burbuja inmobiliaria podía verse desde la Torre Eiffel. Irlanda pasó de ser tigre celta a gato bodeguero. Brian Cowen no pudo articular estrategias anticrisis y el resultado fue una depresión del 3% en 2008, 7.1% en 2009 y 0.6% en 2010 con un desempleo que pasó del 4.6% en 2007 al 14.7% en 2010.
Obama, cuyo nombre de marca amenazaba a Google, Apple y Blackberry, se ha derretido en el pantano de la imagen. Su liderazgo no ha podido sortear los soflamas del Tea Party ni a los 6.2 millones de desempleados (9.1%). En estudios de opinión recientes, Obama es apoyado por dos de cada diez estadounidenses (Instituto Rasmussen).
Kostas Simitis y Kostas Caramanlis fueron los hacedores del desastre económico griego. Razón suficiente para que Giorgios Papandreu, el actual presidente, se olvide de la palabra Popularidad.
Berlusconi olvidó el lenguaje político (si es que algún día los italianos pensaron que lo tenía) para dedicarse al romanticismo. Si sumamos la deuda de España, Irlanda y Portugal no supera a la italiana. El rating de Berlusconi no llega al 25% de aceptación según el Instituto IPR Marketing.
En Francia, Nicolas Sarkozy sabe que durante los últimos meses de su gobierno tendrá que realizar un tour de despedida en compañía de Claudia Bruni y su bebé. Su imagen inspira al 33% de los franceses (Vivavoice). Los socialistas, con François Hollande o Martine Aubry como candidato presidencial, ya sueñan con el 22 de abril, fecha de la elección.
En Portugal se recuerda a José Sócrates y el auxilio que solicitó a la Unión Europea y al FMI por 78 mil millones de euros para evitar el default.
Los latinoamericanos hemos sido “barcos” a la hora de calificar a los políticos. ¿Quién puede creer que Cristina Kirchner y su trabajo desaseado de plomería macroeconómica, tenga el 52% de la intención de voto para las elecciones presidenciales a celebrar el 22 de octubre? (La Nación.)
¿Y Chávez y su lamentable reality Operación Cruz Roja? ¿Evo y los indígenas en contra de la construcción de una carretera? ¿Calderón y el error de convertir su sexenio en monotemático en contra de la premisa financiera de no poner todos los huevos en una canasta?
Los políticos Apple no existen. Todos aspiran a serlo pero fracasan en segundos. Algunos tuitean palabras artificiales, es decir, no son auténticos porque en realidad, son otros quienes les escriben los 140 caracteres.
En México, no hay oxímoron más grotesco que ver a los diputados usando los iPad sin poder articular un buen discurso en tribuna. De poco sirve que usen sus Blackberry si para lo único que las utilizan es para jugar con decenas de aplicaciones infantiles. Acuden a los Starbucks (spa modernista) pensando que saldrán de ellos con 20 años menos. Los inventos de Jobs transfieren imagen pero no milagros. A través de ellos se descargan canciones y películas pero nunca inteligencia.
Muchos amantes de Apple esperan el día en que se descarguen orgasmos a través del iPhone. Tal vez, ese día, también se podrá descargar a políticos Apple.
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