La recuperación de la crisis en los Estados Unidos está prácticamente estancada y con riesgos de entrar en una nueva recesión. Las dificultades para implementar una consolidación fiscal que reduzca el déficit y la deuda del gobierno, entra en contradicción con las posibilidades de utilizar estímulos para incentivar el necesario crecimiento de la economía.
Más allá de la discusión, cada vez más necesaria, entre quienes causaron el advenimiento de la crisis, el gran tema a considerar pasa fundamentalmente por sus efectos sobre la gente donde la tasa de desempleo se aproxima al 10%, y que pese al diseño y la aplicación de una serie de políticas aplicadas para controlarla, no baja.
El factor que cada vez toma mayor importancia tiene que ver con la confianza y la credibilidad, ya que entre la población, aumenta la sensación de una falta de capacidad para implementar las medidas necesarias por parte de quienes definen y ejecutan la política económica.
En este contexto, aparece el movimiento de los Indignados en Nueva York, el cual se expande de manera progresiva y mimética a otras ciudades de Estados Unidos contagiado por Europa.
La constitución de los grupos es variada, como variada es la razón para estar en ellos, donde en general no aparece una ideología común entre sus componentes, como tampoco parece tener un liderazgo desde fuera del movimiento.
La gente se unió para protestar en contra de quienes, consideran, fueron los culpables de los actuales problemas mundiales, y en particular de los propios, llegando además a sugerir acciones
En una toral interrogante subyace la identidad de Obama. ¿Son culpables todos los señalados por los Indignados? Si se aplicara el hoy famoso soflama argentino de “que se vayan todos”, el presidente de Estados Unidos sería el primero en caer.
Una segunda interrogante se dirige hacia la existencia, o no, de propuestas concretas para el ascenso de una nueva generación política y económica, con un modelo más incluyente, al actual liderazgo político, donde su punto de partida debe ser la acción y el compromiso del conjunto de los organismos de la sociedad civil, donde tendrán que reivindicar los movimientos y, de modo muy particular, la necesidad de organizarse y actual de la sociedad civil, tanto en Wall Street como en el resto del mundo.
El reemplazo de la vieja clase política y la construcción de un mundo diferente son tareas enormes que suenan a utopía, pero de no intentarlo condenaría a una perpetuación de los graves problemas que hoy tenemos.
*Profesor de Economía en la Universidad Iberoamericana