Por alguna razón que aún nadie quiere o nadie se atreve a explicar -entre la abundante cantera de ideólogos de la clase política mexicana-, la elección presidencial mexicana, de julio de 2012, será un caso de estudio en el mundo. ¿Por qué?
Porque se trata de un proceso electoral en donde el partido a vencer no es, y no será, el partido en el poder, el PAN. En otras palabras, que a nueve meses de la contienda presidencial, cuando legalmente ya arrancó la elección, nadie ha sido capaz de explicarle a los ciudadanos -en su papel de electores-, por qué razón el partido a vencer, y su respectivo candidato, son el PRI y Enrique Peña Nieto, y no el PAN, que es el partido en el poder presidencial.
Y la respuesta que plantea el peculiar galimatías electoral parece estar en el hecho de que el PAN y el PRD no acaban de entender la llamada “vocación de poder”. Es decir, que a pesar de que los azules ostentan el poder presidencial y los amarillos el poder en la capital del país -los más importantes centros de poder en México-, los partidos que representan a la izquierda y la derecha mexicanas se comportan como grupos políticos de oposición. ¿Qué tal algunos ejemplos?
EL OMBLIGO
Dice un viejo refrán que el ombligo o el culo son como el pasado: todos tienen uno -tenemos-, y los hay de todas formas y estilos; unos más sucios que otros. Viene a cuento, porque Felipe Calderón no solo se ha convertido en el jefe de la campaña presidencial del PAN, sino en capitán de los ejércitos azules.
Y desde esa trinchera, el presidente diseñó la “feliz” estrategia de cuestionar el sucio pasado del PRI, como si el PRI fuera el partido en el poder. Y, claro, como si el PAN fuera el principal partido opositor. Es evidente que nadie que haya vivido por lo menos tres décadas, podría dudar que el pasado del PRI es harto cuestionable y aparece más bien “cochinón”, si se revisa la segunda mitad del siglo pasado.
Sin embargo, las reglas elementales de toda competencia electoral, ordenan que el gobierno, el partido y el candidato a cuestionar, son los que tienen el poder, no los que aspiran al poder. Y en el caso mexicano, el PAN ostenta el poder presidencial, y el PRD tiene en sus manos el poder en la capital del país. Todo esto, mientras que el PRI trabaja desde hace más de una década, por recuperar, en las urnas, esas dos joyas de la corona del poder en México.
Pero sin duda que algo está mal, o muy mal, en el desempeño de los gobiernos del PAN y del PRD; en sus estrategias programáticas, en sus diseños ideológicos, en sus prácticas político electorales frente a los electores, cuando dos tendencias políticas y electorales que históricamente han sido antagónicas, deben sumar fuerzas y luchar contra un tercero que no está en la cúspide del poder, como el PRI, y que no es más que un viejo partido cuyo mérito fundamental parece ser la perseverancia.
¿Por qué creen, por ejemplo, que el PAN y el PRD se aliaron, en 2010, para combatir y debilitar al PRI en cuatro entidades del país, si ese mismo PRI no es más que el principal partido opositor?
¿Por qué razón un partido como el PAN y un gobierno como el de Felipe Calderón, deben recurrir al expediente maniqueo de acusar ante la sociedad, en general, los supuestos o reales acuerdos del PRI con las bandas criminales en el pasado?
¿Por qué razón, un partido como el PRD y un gobierno como el de Marcelo Ebrard, tiene que acusar ante los electores, en general, que el regreso del PRI podría ser un peligro para la democracia, en alusión al pasado nada democrático del PRI?
La respuesta es la misma en las tres interrogantes. Porque ni la derecha ni la izquierda mexicanas tienen vocación de poder, no hicieron gobiernos capaces de olvidar y sepultar a los gobiernos del viejo PRI y porque tanto los políticos como los ideólogos y los gobernantes del PAN y del PRD siguen actuando como cuando estaban en la trinchera opositora.
SECUESTRADOS
Pero el asunto es aún peor, si hablamos de las prácticas democráticas del PAN y del PRD. Apenas el pasado martes los azules anunciaron que seleccionarían a su candidato presidencial mediante una consulta electoral, entre militantes y adherentes, en tanto que más de la mitad de los puestos a diputados y senadores, serán seleccionados por el alegre y democrático método del “dedazo”. ¿Qué significa todo lo anterior?
Casi nada. Que las viejas prácticas del PRI, como el “tapado”, el “delfín”, el “acarreo” y el “dedazo” –entre muchas otras que por décadas cuestionó el PAN–, ya son prácticas de culto para el partido azul. Ese mismo PAN que siempre cuestionó el intangible o inexistente padrón de electores del PRI, hoy recurrirá a su nada creíble padrón de militantes y adherentes.
Los azules que por décadas criticaron la “cahaza” del PRI para seleccionar candidatos por “dedazo”, hoy son la modernidad democrática en el PAN.
Pero no solo el PAN se contagió del “Síndrome de Estocolmo” -de los secuestradores de la democracia que fueron los priístas durante décadas-, sino que también el PRD se revuelca en las viejas prácticas de la antidemocracia. Como todos saben, las llamadas “izquierdas”, decidieron que seleccionarán a su candidato presidencial por el ejemplar y democrático método de las encuetas.
En otras palabras, que luego de una penosa historia de dos décadas en las que no han tenido una sola elección interna exitosa -sin escándalos, gritos y sombrerazos sobre transas y chanchuyos-, los prohombres de la izquierda se decidieron por la pasarela de las vanidades; por las encuestas que exaltan la popularidad, pariente de la fama que lleva al poder no al más capaz, no al mejor calificado, no al mejor dotado para el ejercicio del poder, sino al que más domina las artes del encantamiento de serpientes.
Una, dos o tres encuestas van a definir al candidato de las izquierdas, entre dos aspirantes predeterminados por un puñado de dueños de las franquicias de la izquierda. ¿Y la consulta abierta a los ciudadanos, y los debates, y la confrontación de ideas?
El PAN y el PRD parecen partidos opositores que recurren a las prácticas más cuestionables del viejo PRI, mientras los tricolores aparecen como campeones de la democracia.
¿TE ACUERDAS?
Para el 21 de octubre de 2005 Arturo Montiel ya había tirado la toalla, luego del golpazo mediático que lo exhibió como un pillo.
De nada sirvió que –luego de una larga negociación –, se firma un pacto de civilidad entre los precandidatos presidenciales del PRI. Montiel se dijo lastimado por las acusaciones en su contra y dejó el camino libre a Roberto Madrazo.
En esa misma semana, Santiago Creel todavía se resistía a seguir el ejemplo de Montiel. A pesar de que Calderón ya superaba por dos a uno a Creel, éste seguía convencido –igual que hoy –, de que él sería el candidato del PAN.
Finalmente, esa semana fue la misma en que Cuauhtémoc Cárdenas sentenció que ya era momento de “asumir que Obrador será el abanderado perredista en 2006”. Lejos estaba de imaginar que su “delfín” cometería parricidio político.
Hace 6 años PRI, PAN y PRD prácticamente ya tenían candidatos presidenciales.
ricardo.aleman@24-horas.mx
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