CIUDAD DEL VATICANO. Cuando el papa Benedicto XVI asumió el año pasado el control de la desacreditada orden religiosa de los Legionarios de Cristo, se creó la impresión de que rodarían cabezas como culminación de uno de los escándalos más grandes de la Iglesia Católica en el siglo XX.
Un año después, sin embargo, ninguno de los superiores de la Legión ha sido responsabilizado de facilitar los delitos del ya fallecido fundador, el mexicano Marcial Maciel, un drogadicto que abusó sexualmente de varios seminaristas, procreó tres hijos y creó un movimiento similar a una secta dentro de la Iglesia, que perjudicó a algunos de sus miembros espiritual y emocionalmente.
Un recuento de The Associated Press muestra que los miembros desilusionados están abandonando el movimiento en gran número, por haber perdido la fe de que el Vaticano promueva los cambios necesarios.
El desplome de la orden, otrora una de las más influyentes en la Iglesia, tiene implicaciones de peso para el catolicismo, que está perdiendo adherentes en algunos sitios debido a que la jerarquía eclesiástica encubrió abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
En una entrevista exclusiva, el hombre escogido por Benedicto XVI para reformar la Legión insistió en que el pontífice solamente le encomendó guiar la orden y ayudar a redactar nuevamente sus normas y no “decapitar” su cúpula ni vengar las irregularidades.
El cardenal Velasio De Paolis descartó toda nueva investigación de los delitos de Maciel, que como favorito del papa Juan Pablo II era considerado algo así como un santo en vida pese a las denuncias —más tarde confirmadas— de que era pederasta.
“No sé de qué serviría” seguir investigando un encubrimiento, dijo el cardenal italiano. “Correríamos el riesgo de sumergirnos en una intriga sin fin. Porque estas son cosas demasiado privadas para que yo las investigue”, aseguró.
La Santa Sede estaba enterada de las acusaciones de pederastia, pero durante años desoyó a sus víctimas —como también las quejas sobre sus características de secta— debido a que atraía a hombres y dinero al sacerdocio.
El legado mismo de Juan Pablo II se vio empañado por su estrecha asociación con Maciel; el legado de Benedicto XVI, ya desdibujado por el escándalo de abusos sexuales, podría depender en parte del modo en que enderece los despropósitos de Maciel.
Los críticos, entre ellos algunos dignatarios del Vaticano, sostienen que De Paolis tiene la obligación de descubrir la verdad y tomar una acción más radical, dado que el mismo Vaticano descubrió que Maciel creó una orden tergiversada y abusiva para favorecer su doble vida.
El Vaticano también decidió que para que la Legión sobreviva debe “purificarse” de la influencia de Maciel, que murió en 2008, puesto que su misma estructura y cultura se han visto muy contaminadas por su obsesión con la obediencia y el secreto.
A los miembros les prohibían criticar a sus superiores, los aislaban de sus familias y les decían cómo hacer todo, desde rezar hasta comer.
En ausencia de cambios radicales, el movimiento ha experimentado una notable declinación en el número de sus miembros desde que se reveló el escándalo en 2009.
Unos 70 de los 890 sacerdotes de la Legión y más de un tercio de las 900 mujeres consagradas se han ido o se han alejado temporalmente para ponderar su futuro. Los seminaristas han huido en masa: 232 el año pasado solamente, una deserción inusual del 16% para un solo año. Se cree que los nuevos reclutas serán menos de cien este año, la mitad del promedio anterior al escándalo.
The Associated Press recopiló las cifras con base en entrevista con más de una decena de miembros y ex integrantes.