La naturaleza de Alfonso Márquez es la de impartir justicia. Aunque para llegar a donde está hoy –como umpire en una Serie Mundial– primero tuvo que romperla.

 

Un niño de apenas ocho años camina en la obscuridad de la noche a lo largo de la línea fronteriza de Tijuana, siguiendo junto con su mamá y su hermana a un “Coyote” que les ofrece la promesa de una vida mejor y de reunirlos con su papá, al que no veían desde hace un año, cuando logró ingresar por segunda vez a Estados Unidos. El largo camino, que comenzó en un autobús Tres Estrellas desde Zacatecas a Tijuana y dos días completos de incertidumbre en manos del “Coyote” culminaron en lo que es ya una carrera de 11 años como umpire de Grandes Ligas

 

Y si bien los ojos de México en la Serie Mundial se han centrado en Jaime García y Fernando Salas, lanzadores de San Luis, Márquez es un orgulloso mexicano más. Aunque, por la naturaleza de su trabajo, prefiere seguir en el anonimato.

 

“Lo último que uno desea es ser un factor en la disputa por un campeonato”.

 

Tal vez fueron aquellas noches en la frontera las que llevaron al zacatecano a alejarse de los reflectores. Aunque él asegura que fue unos años más tarde cuando descubrió su vocación, una que lo llevaría por el camino del éxito.

 

“Fue cuando tenía 14 años que me interesé por ser umpire”, confiesa Márquez, con la sencillez que lo caracteriza. “Fue en un juego de beisbol, yo conecté un cuadrangular de campo, el equipo contrario apeló la jugada, alegando que yo no había pisado la segunda base. Yo sabía que no la había pisado, pero nunca creí que el umpire se fuera a dar cuenta, pero lo hizo”.

 

Fue en ese momento que Márquez, a diferencia del resto de los niños en el juego se interesó más por ser umpire que pelotero. La curiosidad de saber cómo es que el umpire lo había descubierto, lo llevó por un largo camino.

 

Primero, de adolescente, fueron los juegos informales, y después de tomar los cursos reglamentarios, debutó en Liga Rookie en 1993. De ahí, su carrera, como la de cualquier pelotero, se fue formando a través de sucursales en Ligas Menores hasta que en 1998 llegó a Triple A y un año más tarde a las Grandes Ligas.

 

“Fue como un sueño el llegar a Grandes Ligas”, confiesa. “Pero lo difícil no es llegar, es mantenerse, y gracias a Dios nos hemos establecido con una larga carrera”.

 

Son muchos los logros que ha acumulado el zacatecano a lo largo de esos 11 años en Grandes Ligas, pues ha estado presente en un Juego de Estrellas (2006), dos Series de Campeonato, actualmente está en su segunda Serie Mundial y es miembro del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano desde 2001.

 

A pesar de que le tocó estar detrás del plato en aquel juego de Serie de Campeonato entre Yanquis y Boston en el que Karím García y Pedro Martínez estuvieron a punto de llegar a los golpes, Márquez no cree que eso haya sido lo más difícil en su carrera. “Lo más complicado es estar fuera de casa, lejos de la familia, perderse cumplaños y fechas importantes, porque llegamos a estar en gira hasta dos meses”,señaló. “Se puede decir que los umpires siempre estamos ‘out’”,concluyó entre risas.