Dos campañas de promoción turística. Dos visiones radicalmente opuestas. Un país. En la era de la mercadotecnia, las percepciones son más auténticas que la realidad misma. El pasado mes de septiembre, en el museo Guggenheim de Nueva York, el presidente Calderón presentó el programa de televisión The Royal Tour, una narración mediática dedicada a explorar las bellezas históricas y paradisíacas de nuestro país.

 

Sin precedente alguno, el presidente abandonó, por algunas horas, la seriedad estereotipada del burócrata mexicano ataviado con traje y corbata, para convertirse en un afable guía de turistas. La atmósfera lo exigía: buceo, rappel y tirolesa. El contenido del programa de televisión era totalmente real. Sin trucos ni mentiras.

 

Sin embargo, a lo largo de la historia, México siempre ha sido ambivalente. Desde los ritos aztecas hasta las macabras escenas de los colgados de puentes peatonales, la sangre ha estado presente. La diferencia, es que la imagen mediática (en nuestro siglo) expresa una estética mucho más impactante que la que se transmite a través de los libros de historia. Pero hay otra diferencia: la perversidad del narcotráfico.

 

La campaña de Reporteros Sin Fronteras se trata de un ejercicio sarcástico en contra de The Royal Tour. En México sí mueren periodistas en pleno ejercicio laboral. Negarlo o criticar a Reporteros Sin Fronteras sería tan ridículo como las expresiones que caricaturizaron al presidente Calderón por haber participado como guía de turistas.