Cada vez con mayor claridad los hechos y los datos precisos demuestran cómo el gobierno mexicano sufre una perniciosa impotencia ante las órdenes de Washington disfrazadas con el ropaje de la noche de brujas de la cooperación bilateral para solucionar un problema generado, administrado y rentable para ellos: el narcotráfico.
Pareciera como si la realidad sembrada en los medios de comunicación hiciera todo lo posible por encubrir deliberadamente la raíz del asunto: un mercado de consumidores cuyos cálculos lo colocan casi como si se tratara de los usuarios de la telefonía celular o las máquinas de entretenimiento del finado Steve Jobs.
Veinte, treinta o más millones de consumidores de drogas en los Estados Unidos a los cuales se debe surtir y con quienes se pueden hacer, además, negocios paralelos de alta rentabilidad, como el tráfico y el contrabando de armas dirigidos ambos desde las oficinas federales del gobierno de Obama.
Es en este sentido, en el de las armas como también se demuestra la futesa de una política basada en cacayacas pueblerinas y no en acciones políticas de correspondencia.
Varias veces el presidente de la República, al amparo del invisible manto de la dignidad nacional, les ha dicho, allá y acá, a los americanos cómo deben regular el comercio de rifles de asalto y demás equipos automáticos diseñados nada más para matar (para eso sirven las armas de fuego; no para romper vitrinas en Polanco) y también cómo deben negociar “puertos seguros de ingreso” para la droga en su territorio sin contaminar las naciones por donde la droga deja su rastro de crimen y corrupción.
–Yes, Chucha, le han contestado y él se encoje de hombros con la íntima convicción de haber cumplido con el deber de quejarse, mientras las órdenes de la embajada siguen saliendo a los cuerpos mexicanos de seguridad tan ufanos ellos de mantenerse en la línea de salvaguardar a las instituciones. No se sabe si las de aquí o las de allá.
Ahora, en pleno juego electoral estadunidense el señor diputado Darell Issa (integrante del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes), nos demuestra cómo se puede ser un furioso republicano y un pésimo contador: le adjudica la muerte de 200 mexicanos al uso mafioso de dos mil 500 armas capaces de disparar diez tiros por segundo a 400 metros de distancia, pues tal es la capacidad equiparable de los fusiles metidos a México por la TFA y el célebre invento del prodigioso ingeniero Mijail Kalashnikov.
Dice Issa condolido hasta la médula (Notimex); “Estamos hablando de gente asesinada en ambos lados de la frontera. Se estima que unos 200 mexicanos fueron asesinados por armas que nuestra administración, nuestro gobierno, permitió que pasaran”.
“Issa, cuyo comité investiga el operativo y la participación de funcionarios federales, criticó la falta de disposición plena a cooperar a pesar de que dos de las armas fueron usadas también para asesinar al agente de la Patrulla Fronteriza, Brian Ferry”.
Pero ante este “operativo encubierto”, fórmula tras la cual el gobierno de Estados Unidos juega en ambos lados de la legalidad de manera constante, el gobierno mexicano no ha tenido una respuesta firme, ni siquiera blanda, pues. Es más, no ha tenido respuesta.
Ha hecho algunos comentarios como quien borda holandas.
Como tampoco ha reaccionado en cuanto a las revelaciones de The New York Times (nuestra verdadera bitácora nacional) en cuanto a la forma como operan los agentes de la DEA en México. Todo se le va a los empleados de la presidencia y a la presidencia misma en congratularse por la exitosa cooperación bilateral, y la iniciativa Mérida y las palmaditas en la espalda telefónica cuando Tío Obama quiere saludar a Don Felipe.
Hoy es tiempo de recordar el despacho de Ginger Thompson en el NYT en el cual se dan a conocer detalles de un reporte de la Agencia Federal Antidrogas de Estados Unidos (DEA) al Congreso en Washington en el cual se delinean apenas los tentáculos de la agencia antidrogas estadunidense en México, cuyos ciudadanos (o sea usted y yo) no tenemos idea siquiera.
La DEA ha ampliado sus redes de “información” hacia el interior de los cárteles mexicanos del narcotráfico sin distinción ninguna: Sinaloa, Golfo y Zetas, sobre todo, y recluta operadores; legisladores, funcionarios de “adecuado nivel” y agentes policiacos; soplones y abogados como Humberto Loya Castro, defensor de Vicente Zambada Niebla quien ha cantado tanto como Caruso, “pero un poco mejor pagado”.
La DEA les dice a los mexicanos cosas aquí calladas y sabidas. Todas las capturas importantes han sido hechas por ellos o con ellos o gracias a sus investigaciones.
Ya nos lo decía Wikileaks hace un año: como no hay confianza en los “verdes”, les apuestan a los “azules”; es decir a los marinos.
En ese sentido la atención cómo se ha establecido la disputa por el C4 hallado hace ya meses en la colonia Roma y cuya materia, como si se tratara de la piedra filosofal, se trasmuta de la peligrosidad terrorista a la simples de la parafina con la cual se hacen velas, cirios y candelas con cuya luz se iluminan los altares de San Judas Tadeo cada día 28 de cada mes.
Causas difíciles y desesperadas las suyas, pero seguramente no tanto como las de los funcionarios mexicanos enredados en las más abstrusas explicaciones sobre su lenidad y tolerancia pues como dice Eric Olson quien trabaja como experto en asuntos mexicanos en ese think tank llamado Woodrow Wilson quien le adjudica a los mexicanos una enorme experiencia en caminar a tientas, “en las oscuridad”, pues todo cuanto los gringos hacen aquí, se desarrolla en el más estricto y sigiloso secreto.
Lea usted este monumento a la obviedad edificado con insólita tenacidad por la portavoz presidencial, Alejandra Sota, quien en compañía de la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, han demostrado una habilidad para zafarse de cualquier circunstancia comprometedora, con un talento digno del premio Houdinicóatl:
“México ha impulsado vigorosamente una agenda de reformas encaminada a fortalecer las instituciones públicas”, ha dicho la señora Espinosa en cuanto al papel nacional en el mundo.
Y la señora Sota ha recalcado:
“La agenda del desarrollo, el crimen organizado trasnacional o los efectos propios del cambio climático; la labor colectiva de la comunidad es indispensable.
Hoy, como nunca antes, los gobiernos tienen la responsabilidad, la obligación de hacer uso de todos los instrumentos legales a su alcance y de articular la acción de sus políticas públicas e instituciones si lo que deseamos es una comunidad internacional segura con crecimiento económico y viabilidad para las futuras generaciones.”
A esto le debemos agregar la cancelación voluntaria de las posibilidades judiciales y penitenciarias de los mexicanos por los propios mexicanos siempre solícitos y diligentes cuando se trata de extraditar delincuentes a los Estados Unidos en un reconocimiento pleno del naufragio carcelario y procesal de nuestro país.
Solamente les faltó decir, y lo debemos hacer con furia y rapidez.
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Decían antaño: la primera en la frente para que nos libre Dios de los malos pensamientos.
Y la primera de las cruces ya le ha sido asestada en plena faz al Partido Revolucionario Institucional: Javier Villarrea, en la cárcel así haya sido por unas horas y disfrute ahora de la luz del sol con la módica suma de diez millones de pesos.
Esa detención no hace sino ahogar al presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI sobre cuya cabeza, lo quiera o no admitir, cuelga la espada de Damocles o de PANocles, en perjuicio de las promesas renovadoras de Enrique Peña Nieto.
No olvidemos de dónde procede todo esto, de la denuncia contra QRR presentada en la PGR por Ernesto Cordero (ese cuya faz parece la tranquilidad de quien no mata una mosca), por el sobreendeudamiento del gobierno de Coahuila y los ilegales documentos con los cuales quisieron amparar la deuda.
Lo malo para el PRI se define mediante una evidencia geométrica: en los móviles círculos concéntricos se presenta siempre una disminución paulatina.
Siempre el último está más cerca del centro. Como los anillos de la boa.
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De suyo mal encarado y de agrio carácter el presidente Felipe Calderón hace lo necesario cotidianamente para disimular su fastidio y su hastío ante las muchas incomprensiones con las cuales lo malentienden los mexicanos.
Pero cuando no pudo disimular su incomodidad fue durante la entrega de la presea Belisario Domínguez a Cuauhtémoc Cárdenas.
No es posible pasar por alto en ese mohín permanente una raíz genética. O al menos histórica: el ingeniero es hijo del hombre cuya visión de país fue combatida entonces con la fundación reaccionaria del Partido Acción Nacional cuya entraña anti-cardenista le dio origen, motivo y hasta fondos económicos.
Quizá la vida le dará a don Felipe otra oportunidad: ver cómo su hermana Luisa María logra la venganza del nepotismo y les arrebata a los herederos del cardenismo el control de Michoacán.
Pero por lo pronto, el sapo estaba gordo.