El país necesita una sacudida. Y fuerte. El deterioro de la credibilidad de las instituciones ya es un riesgo. La sociedad ya perdió la confianza, no digamos en los esquemas de seguridad y justicia, sino en prácticamente todos los ámbitos de la vida nacional. Tiene ya tiempo que el ente público que más confianza genera es el H. Cuerpo de Bomberos. Los tiempos en que el Ejército generaba confianza, si bien no han terminado del todo, se han venido desgastando aceleradamente.

 

Capítulo aparte merecen los señores legisladores, en particular los diputados. Las pocas veces que alcanzan quórum, con frecuencia, por una u otra cosa, revienta la sesión. Se la pasan en tribuna insultándose entre sí, mientras literalmente miles de dictámenes duermen con los peces. Y la más reciente: durante el debate sobre la reforma política, alguna parte del recinto despedía un fuerte tufo etílico, asunto que se llevó varios minutos de sesión. Vaya, desde la tribuna se pidió que quienes ingerían alcohol, dejaran de hacerlo.

 

En cuanto a las famosas “reformas que el país necesita”, son de risa loca. Cada dictamen tiene que pasar por el matiz de los coordinadores parlamentarios para asegurarse de que no se toquen sus sagradas prebendas, con razonamientos realmente bizarros que modifican las intenciones de las reformas hasta dejarlas irreconocibles. La mal llamada reforma política es el ejemplo de la semana: primero, quitaron la reelección. Y luego, ya encarrerados, también se fue a la basura la revocación de mandato.

 

A grandes males, grandes remedios. Es hora de una nueva constitución que contenga, de salida, todas las reformas, y que nos regrese a un régimen que no dominen los partidos políticos, que han hecho a todos sus rehenes, empezando por el presidente e incluyendo a los legisladores mismos.

Claro que convocar a un congreso constituyente no es una tarea fácil. En la designación de los delegados quedaría el futuro político de México, así que es un asunto que debe atenderse con criterios de justicia y equidad. Algo más o menos así: una tercera parte de los delegados, designados a propuesta del Ejecutivo, con aprobación de las cámaras, con mecanismos que garanticen que no ocurra lo de los consejeros del IFE. Otra tercera parte, quedaría a cargo de la Suprema Corte de Justicia, pues son indispensables los juristas de más prestigio para la redacción del documento. Y la otra tercera parte, a cargo de la sociedad civil, bajo el sistema de consulta ciudadana.

 

Esto es sólo un planteamiento inicial, desde luego perfectible, al que podrían contribuir todos, si es que los ciudadanos ejercemos presión para lograr una voluntad política.

 

Sería un borrón y cuenta nueva. Empezar desde cero para que nuestras instituciones y órganos de gobierno recuperen la confianza ciudadana. No más partidocracia. Lo dijo Porfirio Muñoz Ledo en tribuna: “Basta de parches. Hagamos una nueva Constitución.”

 

 

Tuits

 

@jorgeberry Mientras discuten reformas fantasmas y costumbres etílicas, los diputados siguen sin nombrar a los tres consejeros del IFE que faltan.

 

 

@jorgeberry La emergencia no ha pasado en Tabasco. Los medios, ocupados en otras cosas, no hemos dimensionado el tamaño de la desgracia.

 

 

@jorgeberry Se oye absurdo, pero ¡Feliz Día de Muertos!

 

 

@jorgeberry