En el mundo del libro español cunde el pesimismo. La crisis está afectando seriamente el negocio editorial y así se reflejó en el reciente Líber (Feria Internacional del Libro), celebrado en Madrid hace un par de semanas. Se habla de descensos de ventas del 10%, sin embargo, según me comentaba hace unos días el editor de Anagrama, es menos del 1% lo que puede achacarse a la competencia del libro electrónico.

 

En España, pues, se compran menos libros pero el libro electrónico sigue siendo hasta hoy, poco más que una curiosidad.

 

Se dice que no hay demanda pero lo cierto es que, hasta ahora, tampoco ha proliferado la oferta. “Si no queremos que nos rompan la columna vertebral, como ha sucedido con la música, habrá que entrar en guerra con la piratería” afirmó Antoni Comas, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, en una conferencia celebrada en la citada Líber y es que parece que el miedo a los “piratas” está retrayendo a los editores a tomar en serio el libro digital. Comas dice querer evitar lo que ha sucedido con la música, pero ¿hasta qué punto los editores de música no potenciaron la piratería al no hacer propuestas adecuadas para entrar en el mundo digital? Parece que el sector editorial español no sigue un camino muy distinto.

 

Si llegara a ponerse en el mercado una buena oferta, que estuviera disponible en todos los formatos posibles, sin obstáculos absurdos como el DRM (Digital Restrictions Management) que castiga a los clientes que pagan y todo ello con precios razonables (no más del 50% del precio en papel), a mí no me cabe duda que seríamos muchos los lectores que optaríamos por ellos en numerosas ocasiones.

 

Y digo en numerosas ocasiones, pero no en todas. Porque en mi caso hay libros que siempre los querré en papel. Son aquellos libros con los que establezco un vínculo especial, quizás más emocional que intelectual y en lo emocional, todos los sentidos cuentan. El libro es un objeto en el que el tacto cuenta y también el olfato, mezcla en ocasiones de tinta y polvo, cuando se saca un libro de la biblioteca o se ojea en la librería del barrio. Todos tenemos nuestros libros “imprescindibles” que van creciendo a lo largo de la vida. Estos libros seguiré queriéndolos en papel, con tapa dura si es posible.

 

Dicen que la pantalla es fría y es cierto. También es cierto que tras la lectura de un libro acostumbran a quedar pequeños testimonios del lector, quizás una ralladura o un viejo billete de metro o, incluso, alguna nota. Nada de ello pasará en el caso de la pantalla.  Le falta ese toque erótico que proporcionan tacto, olor y también el rastro de su historia. Pero lo más importante es el contenido y la lectura del mismo puede ser tan intensa y envolvente como en papel. A lo largo del año leemos numerosos libros que una vez leídos son olvidados. Para estos el libro digital es una herramienta perfecta. Como lo es también, en otro sentido, para los libros de consulta.

 

Y ahora querría hacer referencia también a una propuesta que empieza a hacer fortuna y en la que Internet juega un papel básico. Se trata de un nuevo modelo de edición, impulsado por la plataforma de Internet Verkami. Los autores presentan en la web sus iniciativas y sólo si logran el apoyo del público en un tiempo limitado (40 días), reciben la financiación mínima necesaria aportada por los propios interesados. Ya hay más de un libro en las librerías publicados gracias  al dinero aportado por sus futuros lectores.

 

La tecnología digital ha modificado prácticamente a todos los sectores industriales, ¿por qué tendría que ser diferente en el caso del sector editorial?

 

*Editora catalana