El dilema de la globalización se encuentra en la soberanía. Esa palabra que tanto enloquece a los nostálgicos y que raspa los ojos de los progresistas; para los primeros, las crisis financieras les dan la razón. Un régimen autárquico y una estrategia de sustitución de importaciones conforman el kit mágico que conlleva a la felicidad a toda una nación unida por una bandera. Para los segundos, la economía red es la oportunidad de maximizar la globalización y, sobre todo, encuentran que en ella subyace la diversificación del riesgo. En efecto, no sólo el riesgo financiero, también el diplomático. Sobre las crisis, dicen los progresistas, son producidas por miopes políticos, irresponsables al no pensar en el futuro de la nación.

 

Yorgos Papandréu es el primer ministro de un país que ingresó a la Unión Europea en 1981; a la OTAN en 1952, a la Agencia Espacial Europea en 2005 y es fundador de la ONU como de la OCDE. Durante las últimas semanas las negociaciones entre él y Merkozy (acrónimo de Mekel y Sarkozy) arrojaron como resultado la condonación del 50% de la deuda contraída con bancos privados y la aportación de un nuevo paquete estimado en 130 mil millones de euros.

 

Algo sucedió en la madrugada del viernes 27 de octubre en Bruselas para que Papandréu bifurcara su personalidad; salió de la cumbre europea con decisiones asimétricas guardadas en su cabeza. El famoso sí pero no; “sí acepto la negociación pero no seré yo quien decida”, serían las palabras que más se aproximan a lo que vendría unas horas después.

 

Por su parte, durante la mañana del 26 de octubre, Angela Mekel visitó el Bundestag para recargar su legitimidad frente a la crisis europea. “Con Grecia, después del acuerdo, revisión total (cuasi protectorado)”, serían las palabras que más se aproximan a lo que vendría unas horas después.

 

El pasado lunes por la noche Papandréu rompió la asimetría que tenía guardada en su cabeza: anunció la convocatoria de un referéndum para delegar a la sociedad la decisión propuesta por Merkozy pero, al mismo tiempo, mostró sus cartas despobladas de ases, reyes y reinas. Papandréu vive sus últimas euro-horas, mañana se definirá su futuro inmediato a través de la moción de confianza que, desde el día de ayer, se discute en el Parlamento. Papandréu no soportó las condiciones impuestas por Angela Merkel ni quiere cargar con el costo social de los nuevos recortes. Un baño de pueblo, piensa, lo potenciaría frente a sus gobernados. En efecto, entre la población, el rating de Papandréu subirá, como también lo hará la prima de riesgo de los bonos soberanos. El default se presentará si en Cannes no logra matizar su visión kamikaze frente a los compromisos-red. De la red al aislacionismo; de la asociación a la soledad; de los fondos de cohesión a la vergüenza de no poder pagar la quincena a los burócratas, que en su momento, se podían jubilar a los 50 años.

 

Los enormes costos transaccionales solventados por la UE, el FMI y el Banco Central Europeo durante la más reciente negociación con Grecia, comienzan a cuantificarse. Sarkozy informó ayer que el sexto paquete presupuestado en 8 mil millones de euros para ser entregado a Grecia, y que serviría para pagar la nómina burocrática durante noviembre y diciembre, ha quedado cancelado.

 

Papandréu convocó el referéndum para amurallarse en la demagogia. Dejó a un lado a Europa para pasar a la historia como el político nacionalista cuya empatía con sus gobernados derrotó a los “enemigos de la soberanía”. Se trata del mito de la caverna. Atrapado por sus circunstancias, su conocimiento lo nutre el conjunto de sombras indignadas.

 
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