Los debates televisivos se convierten en fábricas de percepciones o, si se prefiere, en los únicos shows bajo soportes de seriedad.

 

Alfredo Pérez Rubalcaba (candidato del Partido Socialista Obrero Español, PSOE) llegó la noche de ayer, al único debate televisivo de la campaña electoral española, con el ánimo de romper las tendencias de las encuestas que marcan como amplio favorito a Mariano Rajoy, candidato del Partido Popular (PP). La diferencia más conservadora sitúa una brecha de 15 puntos porcentuales.

 

Sin conocer los estudios de opinión sobre el resultado del debate (por la hora en la que escribo estas palabras), me aventuro a decir que no lo logró. No era sencillo. Algo peor, Rubalcaba desarrolló una estrategia equivocada al presentarse como perdedor. Lo anterior lo matizo a través de las siguientes características:

 

  1. Se convirtió en entrevistador.
  2. Colocó como centro de debate a la figura de Mariano Rajoy.
  3. Con su rictus de enfado no logró transmitir confianza.
  4. Con su parpadeo frecuente, rompía la posibilidad de que los televidentes le pusieran atención y, sobre todo, transmitió nervios.
  5. No logró construir storytellings; historias, cuentos o anécdotas con las que se seduce a los televidentes.
  6. No generó empatía.

 

Con los debates no se ganan elecciones (todavía) pero sí se construyen percepciones, sobre todo, se amplían los rasgos de los debatientes. En este caso, las percepciones sobre Rubalcaba, no mejoraron. Su imagen está posicionada como el de un político negociador, en particular, gran conocedor sobre el tema del terrorismo. Qué mejor momento de España, en lo general y de Rubalcaba, en lo particular, que el cese definitivo dado a conocer por la banda terrorista hace algunas semanas. Pero para los españoles, ETA dejó de representar un problema toral hace ya algunos años debido a su debilitamiento in extremis y a las estrategias de seguridad francesa y española. La economía, por el contrario, se convirtió en el problema toral de una sociedad con cinco millones de desempleados, con millones de contratos basura (temporales) y con un ejército de mileuristas.

 

Rubalcaba sabía que la herencia de Zapatero lo convertiría en un candidato sumamente vulnerable. Rajoy lo aprovechó. Sus ataques los centró en el tema económico pero también en el de política exterior. En éste último tema le recordó a Rajoy el olvido que tuvo Zapatero sobre América Latina. Tenía razón.

 

Rajoy no es un gran candidato. Al contrario, y como prueba están las encuestas donde más de la mitad de los españoles no confía en él y la calificación sobre su persona no rebasa el 5. Uno de los ejemplos memorables con los que se construyó una imagen negativa, fue la terquedad en su defensa del presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, acusado de corrupción. Rubalcaba ni se lo recordó durante el debate. No era necesario. Las crisis económicas son quienes pasan factura…Papandréu; pronto será Berlusconi; Cameron ganó y cuando anunció las medidas de gasto público su popularidad cayó súbitamente; Sarkozy anuncia nuevo plan y su rating caerá aún más. En el caso del presidente Zapatero sucedió algo similar: subestimó los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense, en los momentos en que la caja del presupuesto se encontraba abierta (incremento de gasto público) y, sobre todo, cuando la oferta inmobiliaria se encontraba en sus niveles más altos en toda la historia de España.

 

Si Aznar no se mete en la campaña de Rajoy, el Partido Popular obtendrá la mayoría de escaños en disputa el 20 de noviembre.

 

Rajoy, sin esfuerzo alguno, le construyó, a Rubalcaba, una percepción inédita: el del entrevistador.

 

fausto.pretelin@24-horas.mx
@faustopretelin

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