Nunca como en estos tiempos la economía ha tomado venganza de la política.

 

La historia comenzó en el norte de África. Fueron los altos precios de los alimentos el detonante para que los pueblos árabes reaccionaran en cadena y tiraran a sus jerarcas eternizados en el poder, en lo que ya se conoce como la ‘primavera árabe’.

 

En Europa la historia no ha sido tan distinta. La grave crisis que azota a las finanzas públicas y que ha puesto en entredicho la sobrevivencia del Euro, ha lanzado del poder a sus líderes políticos en este ya largo y extenuante otoño.

 

Los mercados financieros no han hecho concesiones con los gobernantes. Uno a uno presidentes y primeros ministros europeos han purgado sus culpas pasadas y presentes por un manejo irresponsable de sus economías obligándolos a dimitir o a convocar anticipadamente a nuevas elecciones ante el temor de que sean lanzados por la fuerza.

 

El primer país europeo que se rindió ante el quiebre generalizado de su sistema bancario y un endeudamiento público sin precedentes fue Irlanda, la misma que había sorprendido a Europa por su acelerado crecimiento. El primer ministro Brian Cowen sufrió una escandalosa derrota en las legislativas de febrero pasado.

 

A Irlanda le siguió Portugal. Su primer ministro, José Socrates, renunció en marzo después de fuertes presiones sociales por los sucesivos recortes en el presupuesto público ante unas finanzas endebles y una enorme deuda que no soportó la presión de los inversionistas.

 

En julio pasado el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero se vio forzado a adelantar las elecciones para el 20 de noviembre ante las presiones de los empresarios y banqueros y el creciente rechazo social a su respuesta frente a la grave recesión española.

 

El cuarto al orden se dio el domingo pasado cuando Yorgos Papandreu se vio obligado a renunciar al gobierno. El primer ministro griego llegó al poder hace dos años con el estallido de la crisis europea cuando Grecia ya era el eslabón más débil de la Unión Monetaria Europea por su manejo desaseado de las finanzas públicas. La salida de Papandreu se da en medio del escándalo político y del temor manifestado públicamente por Angela Merkel de que Grecia se convierta en la primera fractura de la zona Euro.

 

Pero el talón de Aquiles de la Europa unificada es Italia. Los escándalos sexuales y de corrupción no pudieron por años con el poder mediático de Silvio Berlusconi quien ahora se ve arrinconado por la crisis de la enorme deuda pública que alcanza 1.8 billones de euros (120% del PIB italiano) con vencimientos por 363 mil millones de euros para los próximos 14 meses y que le ha puesto a un pelo de dimitir, aunque –a decir verdad- de Berlusconi todo se puede esperar.

 

Italia no es Grecia, ni Portugal; es la tercera economía europea por lo que los fondos comunitarios de rescate serían insuficientes y cuya caída, como dijo Nicolás Sarkozy, significaría la caída de la Unión Europea.

 

Pero el Euro va a ser defendido por los europeos comunitarios con uñas y dientes porque su resquebrajamiento sería mucho más costoso que cualquier medida drástica a adoptar pospuesta hasta ahora por los políticos.

 

Por lo pronto el largo otoño europeo ya mostró que la economía es capaz de vengarse del más hábil de los políticos.

 

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