Atrapados por concepciones moralistas de una época, prejuicios de orden social o religiosos, poetas mexicanos de gran calidad como José María Facha, Antonio Cuesta Marín y Juan de Alba forman parte de “Los raros. La escritura excluida”, presentado aquí.

 

 

El investigador de El Colegio de San Luis, Ignacio Betancourt presentó en esta capital otras dos obras más sobre el tema: “José María Facha: El modernista desconocido. Erotismo y revolución” y “Manuel José Othón, Antología”.

 

 

Durante el acto, en la Escuela de Escritores “Leopoldo Peniche Vallado”, el autor refirió que las obras innovadoras de estos autores estuvieron resguardadas por los extintos obispos y literatos potosinos Joaquín Antonio Peñaloza y Rafael Montaño y Aguinaga, y estuvieron a punto de perderse.

 

 

En el caso de José María Facha (1879-1957), destaco que éste puede ser considerado como el primer autor que escribe un libro de poesía erótica, mucho antes que José Juan Tablada con “Misa Negra”; además de ser heredero de un poeta como Manuel José Othón.

 

 

Fiel al movimiento modernista hispanoamericano, en especial al poeta Leopoldo Lugones, a sus 20 años publicó “Idilio bucólico”, 29 sonetos en los que narra la historia de una pareja de jóvenes que deciden “amarse sexualmente” por tres días.

 

 

Indico que tal vez la censura de esta obra no radica solo en lo explícito del acto sexual, sino en plantear ideas tales como la posibilidad de que una mujer pueda sentir placer y no sea solo objeto, impensable a finales del siglo XIX y principios del XX.

 

 

Otro gran autor excluido es Antonio Cuesta Marín (1930), hijo del poeta e inventor Jorge Cuesta, y la primera esposa de Diego Rivera, Lupe Marín, quien durante su niñez vivió rodeado por la intelectualidad de la época, inclusive Frida Kahlo solía cargarlo en sus brazos.

 

Este es considerado un poeta “endemoniado” por el hecho de ser un comprometido social de su época, pero con una gran obsesión por el tema sexual, así como un ser hiriente, sarcástico, creativo y gran desvergonzado, por lo que su obra está llena de intensidad, así como de palabras “groseras”.

 

Aunque sus sonetos “profanos” también están llenos de carga política, de izquierda, era un hombre que horrorizaba porque había aprendido a perder el miedo a las palabras, por ello le importaba muy poco lo que los demás pensaban, explicó Ignacio Betancourt.

 

Por último, destacó el caso de Juan de Alba (1910-1973), quien la mayor parte de su vida la pasó entre las cárcel por sus ideas y los manicomios, por sus adicciones y compulsiones, en especial su fijación de no parar de escribir con frecuencia hasta 10 horas seguidas.

 

Detalló que dos de sus más importantes obras son el “Canto a un poeta equívoco”, compuesto por más de tres mil 160 versos, así como “Nocturno a Dolores”, obra que para escribirla se fue a vivir a un cementerio.

 

Otra de sus grandes compulsiones era la creación de palabras, así que durante una de sus múltiples entrevistas con médicos del entonces psiquiátrico de Cholula, Puebla, se definió como un “esquizograforeico”.

 

El investigador reconoció que estos autores “lo buscaron y encontraron”, no a la inversa, por lo que para él es un honor presentar la obra de estos autores excluidos, de “una enorme actualidad y una avasalladora intensidad poética”.(Notimex)