La acusación del líder perredista, Jesús Zambrano -al igual que la panista Luisa María Calderón-, de culpar la intervención de grupos armados en la elección de Michoacán en favor del PRI, no fue suficiente para calmar ayer el enojo de los perredistas por la derrota de su candidato a la gubernatura Silvano Aureoles.
Si bien públicamente intentaron mostrar un discurso de unidad y evitar lanzarse culpas unos a otros, en “corto” apuntaban el índice hacia los “chuchos”, pues ellos fueron los responsables de organizar la campaña en la tierra del general. A ellos en particular -aunque también mencionaron a los “amalios”-, responsabilizaban de la caída del PRD al tercer lugar en el bastión cardenista.
Incluso ayer en el pleno del Consejo Nacional hubo voces que pidieron analizar si todas las decisiones en torno a Michoacán se tomaron con suficiente responsabilidad y apegados a las normas del partido porque, argüían, muchos candidatos “hubieran ganado con la cantidad de votos que tuvieron en el proceso de selección interna”.
El reclamo de los miembros del sol azteca hacia su dirigente se manifestaba ayer en el desdén hacia su persona. Prácticamente nadie hacía caso de sus palabras. Su autoridad -o la poca que tenía, según sus detractores- quedó aún más dañada.
Su derrota, la derrota a fin de cuentas de todos los perredistas, se llevaba entre las patas a Cuauhtémoc Cárdenas -aunque él en lo personal está más allá del bien y del mal-, pues de su tierra y de sus ancestros se trata.
La debacle en Michoacán afecta también a cualquiera que sea el candidato de las izquierdas para la elección de 2012 -sea Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard- pues pierden el gobierno de uno de sus principales bastiones.
Manuel Camacho Solís, coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA), consideraba ayer que no había más que hacer en Michoacán y lo mejor era reconocer la derrota y no perder más energías ahí.
Según sus palabras, la elección se llevó a cabo sin violencia y con una amplia participación de la ciudadanía, condiciones que deben aceptarse al igual que los resultados, pues con ese escenario difícilmente podrá prosperar una impugnación ante los tribunales electorales.
La izquierda debe aceptar la realidad. La derrota en Michoacán debe servirle para corregir errores y que en 2012 se haga lo que no se hizo en este año, que haya cambios. Pero sobre todo, indicó, se debe tomar en cuenta que los intereses y el reparto de posiciones hace muy tortuoso el proceso de la izquierda.