Descontando la cantada victoria (de momento en las encuestas) del Partido Popular, la primera paradoja de los resultados del 20 de noviembre en España puede ser que el Partido Popular que perdió las elecciones en 2004, muy afectado por la mala gestión de la crisis provocada por los actos terroristas del 11 de marzo, ahora tras dos legislaturas en la oposición y ocho años de espera, obtenga la mayoría absoluta en el Parlamento y tenga que gobernar con apoyos de otros partidos bajo algún tipo de forma de gobierno de concentración nacional. Las líneas del buen gobierno económico ya están trazadas porla Unión Europea y lo que tendrá que hacer el gobierno español es aplicarlas. Poca importa quién sea el vencedor de las elecciones y quién forme gobierno, solo hay una política posible y está exige consenso. Se ha visto en Grecia y en Italia, gobiernos técnicos o la catástrofe en los mercados. Se ha visto en Portugal y en Irlanda con elecciones y nuevos gobiernos cumpliendo con el ajuste económico.
La otra paradoja del domingo 20 noviembre, es que en la misma fecha de 1975, murió Franco. El 20 de noviembre de hace 36 años, se abrió una puerta a la esperanza democrática para el pueblo español que alcanzó su cénit con la adhesión de España enla Comunidad Económica Europeaen 1986 y con la entrada en el euro en 1999. Parecía que ya no había vuelta atrás. Ahora, esta Europa que dio un apoyo a España, le está obligando a adoptar medidas de ajuste económico que no permiten ningún margen para el crecimiento. No importa quién gobierne en España, las políticas deberán ser las mismas que imponela Unión Europeapara salvar el euro. Ante un negro futuro se busca en el pasado. El Partido Socialista Obrero español, ha puesto a hacer campaña al histórico Felipe González, mientras el actual presidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, está desaparecido y su gobierno parece un gobierno zombi que no sale con la luz del día y decide por lo noche. El candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba hasta hace poco miembro del gobierno, juega el papel de oposición ignorando que su gobierno todavía está tomando medidas y promete hacer aquello que no hizo. El Partido Popular, la gran alternativa o el milagro que se espera para cambiar las cosas, tiene como Presidente Fundador, quien fue ministro de Franco, Manuel Fraga e Iribarne y Presidente de Honor a José María Aznar, ambos con nula actuación en la cancha electoral. En este caso no conviene mirar hacia atrás.
Son las elecciones más extrañas que uno haya visto en España, podrían ser innecesarias vista la experiencia griega e italiana y los avances demoscópicos y sin embargo son decisivas para los frágiles equilibrios de la democracia en España. El PSOE puede tener una derrota tan importante que tendrá que decidir entre apoyar al nuevo gobierno en muchas medidas no tan distintas a las que ya ha llevado a cabo (recortes presupuestarios, salarios de funcionarios, aumento de impuestos, congelación de pensiones) o salir a la calle para recuperar el aliento y poner dificultades al gobierno. Condiciones para ello existen, el movimiento de los indignados, los sindicatos hasta ahora dóciles, los pensionistas, los anticapitalistas, hasta los envidiosos. Aunque el Partido Popular tenga una victoria espectacular sin otro mérito que haber sabido esperar que el gobierno socialista se hundiese, ahora tendrá que amarrarse a los partidos opositores para llevar a cabo la política de concentración que en su momento no quiso ni contemplar.
Estas elecciones tenían que haberse anticipado antes o tenía que haberse formado un gobierno de concentración nacional para hacer frente a los graves problemas económicos. El partido socialista en el gobierno pensó que podrían venir tiempos mejores para convocar elecciones. El Partido Popular no quiso acuerdos con el gobierno que no le favorecían si el tiempo le iba a favor y con ellola victoria. Losciudadanos no tienen muchas alternativas de voto, porque no hay alternativas para las políticas que son las que Europa dicte. A pesar de esto, los partidos a la izquierda de PSOE recogen el voto del descontento urbano y los partidos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco, se ven atrapados en la dinámica bipartidista nacional.
El resultado final es que el PSOE pierde el centro y se dirige hacia un extremo radical y el PP recupera el centro y por esto gana. A pesar de tanta indignación en la calle gana el conservadurismo moderado. Aunque por falta de alternativas políticas, la victoria será de la abstención y con ella el fracaso de la democracia, rehén de la clase política. Ahora es demasiado tarde para los experimentos de democracia real. Los gobiernos de tecnócratas son la última innovación en política para hacer frente al caos.
*Director de la revista Foreign Affairs Latinoamérica