El riesgo de la clase política supera al de los bonos griegos (2,666 puntos), italianos (492 puntos) o al españoles (432 puntos). Si se pudiera cuantificar el riesgo de la marca Berlusconi sería de un millón de puntos.

 

Entre política y economía la diferencia es el tiempo. En un sistema de información perfecta, como sucede en los mercados financieros, una decisión repercute de manera inmediata gracias a la oferta y la demanda (de los participantes en el mercado). El precio es la mejor señal informativa. En tiempo real, la confianza sobre una acción se cuantifica.

 

En política, la decisión de mantener a Berlusconi al frente de Italia, llevó dos lustros de incertidumbre y mala dirección. El mercado político es imperfecto porque la información no se genera para toda la población debido a la corrupción, asimetrías y perversión. En pocas palabras, una mala decisión política, a diferencia del mercado financiero, pude ser tolerada durante diez años y, en apariencia, no pasa nada.

 

Las llamadas electorales no ocurren todos los días. En realidad, los políticos utilizan las encuestas de popularidad para medir su rating. Error, los videogobiernos definen a la popularidad, como el estado óptimo de salud en cualquier político. Un incremento en los impuestos, por ejemplo, se traduce en el descenso de popularidad. La pregunta que subyace de la afirmación anterior es: ¿La marca del político es más importante que el bienestar del país? Retiro el cuestionamiento por ser absurdo.

 

Si a Steve Jobs se le hubiera ocurrido declarar que, por su enfermedad, la empresa Apple cancelaría la producción del famoso iPhone, el precio de la acción se hubiera desplomado de manera inmediata. Pero si a Berlusconi se le acusa de haber sostenido relaciones sexuales con una menor de edad o por haber evadido responsabilidades fiscales, no pasa nada.

 

No pasó nada hasta que la Unión Europea actuó. No fueron los jueces ni diputados italianos quienes provocaron la salida de Berlusconi. Tampoco fueron los empresarios y, mucho menos, la población italianas quienes expulsaron a Il Cavaliere del timón gubernamental. La elevada probabilidad de default; la posibilidad de no pagar 1.8 billones de euros de deuda pública (120% del PIB); y el desasosiego del 50% de las mujeres que no tienen trabajo (teniendo la edad y la voluntad de hacerlo), entre otros aspectos, fueron quienes transmitieron información a la Unión Europea sobre la insostenible presencia de Berlusconi.

 

Berlusconi es único pero, en realidad, forma parte de una tendencia. Gordon Brown (Reino Unido), Jose Sócrates (Portugal), Brian Cowen (Irlanda), Papandréu (Grecia) y, ahora, Zapatero (adelantando cuatro meses las elecciones), no lograron concluir sus respectivos periodos de gobierno al haber sido rebasados por la crisis de deuda. No es justo mezclar la marca Berlusconi con el apellido Zapatero. El error del presidente español fue el haber subestimado la crisis hipotecaria estadounidense cuando en España se producía un excedente de 800 mil espacios habitacionales al año; con Papandréu pasó algo similar, sus antecesores se dedicaron a saquear las arcas del Estado pero, su fatal error fue el haber convocado a un referéndum después de haber negociado el salvamento con la Unión Europea, El FMI y el Banco Central Europeo.

 

Por motivos diversos, parecer que una pandemia política recorre Europa.

 

Desde que Tony Blair y Anthony Giddens cocinaron la Tercera Vía, las ideologías fueron mutando hacia la naturaleza de la mercadotecnia. Ellos pusieron la “magia” a la política (socialismo de mercado) pero, en realidad, el problema ocurrió con el derribo del Muro.

 

Con Berlusconi nos enteramos que a la clase política se adhiere un riesgo superior a la de la deuda soberana.

 

fausto.pretelin@24-horas.mx
@faustopretelin

 

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