Los “efectos distorsionadores” de las encuestas electorales en los votantes, un IFE “arrinconado, sin margen de maniobra”, y la “irresponsabilidad” de los actores en los procesos comiciales, son riesgos que avizoran para el 2012  investigadores del Instituto de Jurídicas de la UNAM, a los que les preocupa que el escenario de la elección para presidente de la República se complique aún más, si se presentan resultados cerrados como ocurrió en Michoacán.

 

Los académicos John Ackerman, Francisco De Andrea, Lorenzo Córdova y César Astudillo coinciden en que, aquí, lejos de contribuir a la confianza y transparencia de los procesos electorales, las encuestas generan incertidumbre, se han vuelto parte del problema, de la crisis que enfrenta el sistema político mexicano.

 

Hay encuestas que abonan a la incertidumbre y al enrarecimiento del ambiente político, asegura Córdova y refirió el caso Michoacán por los “resultados tan contrastantes” que presentaron en un mismo día (3 de noviembre) el periódico Reforma que ubicó a la cabeza con 39% a la candidata del PAN, Luisa María Calderón, frente al candidato priista, Fausto Vallejo, con 33%; y la de la Ulises Beltrán y Asociados, que situó al priista con 39% de las preferencias frente a 34% de la panista.

 

“De esta manera, las encuestas van a generar problemas serios para la elección presidencial, más aún cuando la tubería de los órganos electorales no está desazolvada”, agrega Córdova.

 

 

Efectos distorsionadores

En esta era de explosión mediática, las elecciones se caracterizan por una guerra por el poder en la que están presentes todo tipo de estrategias y no falta el uso maquiavélico de los medios de comunicación con dosis calculadas de propaganda negativa, asegura por su parte Francisco De Andrea Sánchez .

 

Advierte que las encuestas además de tener una influencia excesiva en las campañas electorales, condicionan distorsionadamente a los votantes.

 

En su ensayo “Los sondeos electorales. Sus efectos deformadores de la Opinión Pública”, apunta que el aura de “cientificidad y el tinte democratizador” hicieron que las encuestas se quedaran en México, desde 1994, como una suerte de “oráculos electorales prácticamente infalibles”.

 

Sin embargo, dice, al ser analizadas con “ojo de notario” y visión microscópica, se descubre que “tienen una influencia excesiva en las campañas electorales, y en especial una influencia potencial sobre los electores”.

 

De acuerdo a sus investigaciones, De Andrea Sánchez, maestro en Derecho, ha identificado al menos cinco “efectos distorsionadores” de la voluntad popular en los procesos electorales contemporáneos, causados por el uso y abuso de las encuestas :

 

ñEl efecto carro completo, implica subirse al “tren” de los ganadores y a su causa cuando los electores acuden colectiva y masivamente a apoyar aquel candidato que va adelante en las encuestas. El caso paradigmático en México fue el de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección de jefe de Gobierno del DF en 1997.

 

ñEl efecto simpatía por el débil, se configura cuando al unirse al candidato “desvalido”, o al que va abajo porcentualmente, los electores modifican su opción u opciones originales para apoyar a ese candidato que se ve desfavorecido por los resultados de las encuestas.

 

ñEl efecto desmotivador, se concreta cuando los electores se abstienen de votar debido a la certeza de que su candidato preferido va a ganar.

 

ñEl efecto motivador, se presenta cuando en un proceso electoral determinado los electores votan precisamente porque son las encuestas los factores que los alerta sobre el hecho de que va a haber una elección.

 

ñEl efecto libre albedrío, es cuando los electores votan de manera caprichosa para, yendo contra la corriente imperante, probar con un afán no exento de salud y robustez cívica, que las encuestas y las instituciones que las promueven, regulan y alientan y quienes finalmente las llevan a cabo, es decir,  el establishment, están equivocados.

 

El investigador De Andrea alerta particularmente sobre la llamada push poll  que es una encuesta “dirigida”.

 

Explicó que  “es una encuesta agresiva u hostil que busca empujar al elector subliminal o subconscientemente en contra de un adversario político con base en la casi imperceptible naturaleza sofisticada e insidiosa de sus preguntas y temas; consiste en la práctica de diseminar o esparcir información preponderantemente negativa – abierta o veladamente – sobre un contrincante o adversario político bajo el ropaje o apariencia de un sondeo inocuo”.

 

El objetivo de la push poll es que en el momento de ir a las urnas, el elector opte precisamente por “castigar” al candidato “enlodando” negándole su voto.

 

El caso prototípico en México, fue el de Andrés Manuel López Obrador, a quien lograron exitosamente “etiquetarlo” como un candidato “peligroso” para México.

 

 

 

Coctel peligroso

En medio de una crisis de instituciones y problemas económicos, asegura John Ackerman, se está configurando una especie de “coctel peligroso: 73% de los ciudadanos no está satisfecho con la democracia; sólo 31% confía en las autoridades y, en general, “hay una  depresión social en un contexto de falta de legalidad y orden” que puede llevarnos a un sistema autoritario e “incluso militar”.

 

Explica que para las próximas campañas, es urgente que partidos y candidatos abran vías de participación ciudadana y no sólo se dediquen a buscar al “votante medio que garantizaría ganar una elección y es factor de estabilidad democrática”,y recomienda no descuidar los extremos.

 

El académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, se refiere también a la debilidad de los órganos electorales, “el Instituto Electoral de Michoacán no estaba preparado para encauzar una salida ante los tres candidatos que, la noche del pasado 13 de noviembre, todos se declararon  ganadores”.

 

Sobre el hasta ahora incompleto Consejo General del IFE, Ackerman propone que, para presionar a los legisladores a que solucionen el nombramiento de los tres consejeros faltantes, los que integran la lista de aspirantes renuncien en su totalidad “para dejar vacío el concurso y que los diputados se vean obligados a convocar a un nuevo procedimiento de evaluación”.

 

Pero la propuesta va más a fondo, Ackerman asegura que “hay otra forma de torcerles el brazo y es que de los seis consejeros que hay, dos de ellos no asistan a la sesiones del Consejo, que hagan como que se les olvida para romper el quórum, porque se necesitan cinco para tomar decisiones y así el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ahora sí tendría que actuar”.