Este viernes, Minerva León se levantó temprano, para no engentarse en la nueva tienda Soriana-Buenavista y poder comprar su despensa “a mitad de precio”, según le había asegurado, entre guiños, un despachador de ese negocio.
Llevaba también ganas de comprarse alguna otra cosa “regalada”, quizá imaginando estar en los zapatos de su hermana, quien vive en Houston, ciudad donde la gente se queda a dormir, haciendo cola en los parkings de los malls, para arrebatar mercancías que se ofertan a precios espectaculares.
Pero el ama de casa volvió con sus honores, portando, si acaso, una bolsa más de las que trae cada quincena. Encontró descuentos del 10% en productos de marca Soriana, pero nada más.
En su trayecto a pie, supo que muchos consumidores adquirían en Wal Mart un mismo modelo de pantalla plana enorme y que estaba con 30% de rebaja. Pero imitarlos no estaba dentro de sus planes ni de su presupuesto. Inclusive, no podría hacerlo, ya que no tiene tarjeta de crédito y ese era el condicionante para adquirir la oferta.
“A Dios gracias no tengo… eso”, cuenta a 24 HORAS, reconfortándose, no sin externar la mala percepción que obtuvo –“puro cuento”– del primer día del Black Friday a la mexicana: El Buen Fin.
Expectativa errónea
Como la señora León, un número indeterminado de mexicanos se ha levantado en estos días con grandes deseos de comprar: cualquier cosa, pero “barata”; básica o superflua, pero que resulte una verdadera “oferta”.
Sin embargo, los descuentos no han estado a la altura de una expectativa mediática “errónea”, según explica el economista del Tecnológico de Monterrey, Alfredo Vázquez:
“Pienso que es un error colectivo pensar que El Buen Fin es el clon de ese sistema que allá, en Estados Unidos, sirve para que las tiendas capitalicen todo un año de mercancía en sus bodegas. Y, otra cosa, solamente nos hace sentir frustrados, porque allá el ingreso per cápita del ciudadano es diez veces superior al nuestro.
“Si le retiramos esa expectativa: de mal sentirnos como estadunidenses, El Buen Fin pudiera resultar útil para sacudir un poquito a nuestra pobre economía”, puntualiza Vázquez.
Mientras tanto, hombres y mujeres con alguna capacidad adquisitiva han recorrido ya muchos centros comerciales, enfrentado el tránsito, la falta de estacionamientos, los aglomeraciones en puertas de acceso, pasillos y hasta en áreas de cajas; sin embargo, no pocos han vuelto a casa con las manos vacías o sin haber encontrado la “ganga” que esperaban.
El Buen Fin –programa de descuentos creado por el Gobierno Federal e Iniciativa México, con objeto de estimular el consumo interno– ha mostrado buena afluencia de visitantes en los centros comerciales, pero ello no significa que se refleje en las ventas:
Vicente Yánez, de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, dice que las ventas por El Gran Fin “podrán ser del 15%”; sin embargo, aclara, no puede aún conocerse el impacto que tendrá un programa cuyo primer promotor ha sido el presidente Felipe Calderón.
Curiosamente, ni el primer mandatario parece haber quedado muy satisfecho con las ofertas del Buen Fin: tras inaugurar simbólicamente dicho programa, visitando una tienda de Cancún, mostró su gusto por los relojes, pero salió del local sin dejarse convencer por vendedores, realizando un gasto en otros superfluos de apenas mil 160 pesos.
Barato…a 36 meses
Rasgo destacado de El Buen Fin es que las mayores “tentaciones” de mercancías involucran al sistema bancario; es decir, deben ser adquiridas, para obtener descuentos y facilidades, con tarjetas de crédito.
A ese respecto, Jaime Hernández, gerente de una sucursal bancaria del conjunto Reforma 222, tiene una opinión con un toque autocrítico:
“Por tantas crisis, ya sabemos que los mexicanos no estamos muy preparados, ni económica o sicológicamente, para manejar el crédito. Si puedes pagar tu tarjeta al día, bienvenido. Pero si no es así y la usas para completarte en el gasto, sólo compras problemas. Es cierto que un punto negativo es que los bancos hacemos muy poco por darte estos consejos, y quizá por culpa del marketing, fomentamos otro poquito el endeudamiento.”
Según datos del Banco de México, hay en nuestro país 24 millones de tarjetas de crédito, sólo se salvan de estar en cartera vencida cerca de 16 millones; de entre las cuales, 60% se pagan a duras penas, mes a mes, mediante saldos mínimos.
Comerciantes en apuros
El Buen Fin ha sorprendido a algunos pequeños comerciantes, quienes apenas la semana pasada supieron –por parte de sus Cámaras– que tendrían que ofrecer descuentos al consumidor; ello, al momento de entregárseles, para poner sobre sus vitrinas, carteles promocionales del programa.
Nos dice –en confianza– el propietario de un local de objetos decorativos de Plaza Galerías, sobre avenida Marina Nacional:
“Yo veo muy poquita tele y apenas me di cuenta de que venía El Gran Fin. Primero pensé que era como el Teletón, para comprar cosas por teléfono, pero no imagine, sino hasta que me vinieron a decir de la administración que era obligatorio y que tendríamos que dar descuentos, porque iba a venir de la Profeco a supervisar. Ya sé que todo eso no se puede, pero así me lo dijeron, como si es chicle y pega.
“Entiendo que El Buen Fin nos conviene a todos, porque está viniendo gente y pueden subir las ventas (yo todavía no lo veo). Pero sí me parece injusto que no nos dieran tiempo para organizarnos: uno se programa para diciembre y no supone que, de pronto, casi por decreto, te adelantan la Navidad.
“Ahorita, los más que puedo descontar es 4 ó 5 por ciento, a costa mía. Pero ahora ya sé que tengo qué dar algún atractivo, porque o me ven feo los clientes u otros vienen y nos comen más el mandado: los supermercados. Pues para ellos se hizo esto, ¿no?”