La elección de su candidato a la Presidencia de la República ha sido complicada para el PRI desde hace mucho tiempo. Ser partido en el gobierno había dejado de garantizar tersura en el proceso y resignación para los perdedores. Se habían intentado varios caminos: desde la “pasarela” de 1987, la negociación interna a la vieja usanza de 1993, hasta la elección abierta, con voto incluido, de 1999. La derrota del año 2000 sólo acentuó los problemas en 2005, cuando el presidente del partido, árbitro y juez de la contienda, decidió ungirse él mismo. El descalabro de 2006 mostró que ni las bases del PRI ni los electores confiaban en una dirigencia que hizo del enfrentamiento y de la fractura interna sus armas de lucha.
Sin el “semillero” de precandidatos que representaba el gabinete presidencial, desde el primer sexenio de la alternancia fueron los gobernadores y los líderes de la bancada en el Senado los nuevos protagonistas. A la división interna se atribuyeron todos los descalabros. ¿Qué hacer entonces, de cara al 2012, para “blindar” al PRI? Y como para los priistas no hay aroma más seductor que el que emana de Los Pinos, la negociación interna comenzó desde años atrás, para sumar, establecer alianzas adentro y afuera, y lograr ¡finalmente! una candidatura de “unidad”.
Enrique Peña Nieto superó todas las pruebas electorales; concluyó oportunamente su gestión para participar, en medio del aplauso general. Como en 2005, desde el liderazgo del Senado, el coordinador del grupo parlamentario se anotó. Manlio Fabio Beltrones también tiene logros significativos en su haber político, más meritorios si cabe, por haberse obtenido desde una posición minoritaria, con apenas 33 integrantes del grupo parlamentario.
Parecía sólo un movimiento táctico del Consejo Nacional la elección de la consulta abierta como el método para postular al candidato a la Presidencia de la República. Así nadie podría reprocharle al PRI cerrazón o conciliábulos para tomar decisiones. Se establecía la posibilidad, aunque la intención era que sólo uno cruzase la puerta del salón de las inscripciones. Entre principios de octubre y la fecha de expedición de la convocatoria, se aceleraron las negociaciones y la construcción de acuerdos. En un momento, hubo la sensación de que sí habría competencia entre dos aspirantes. Serviría para aprovechar el tiempo y los recursos disponibles, de acuerdo al Cofipe, para las precampañas.
Algo se debe haber descarrilado. Una convocatoria “mocha”, que justo cercenó el párrafo para limitar la anticuada “cargada”. Un convenio de coalición donde uno de los tres partidos -Nueva Alianza- condiciona su participación a la no postulación de Beltrones. Un reparto de posiciones entre los partidos coaligados punto menos que inexplicable, a la luz de las encuestas que señalan una clara ventaja para el PRI hacia 2012.
Manlio Fabio Beltrones decidió no inscribirse. No participará en la elección interna del PRI. Su carta de declinación da algunos atisbos de la intensidad de las presiones al interior del partido. No hubo “saldo blanco”. La profundidad de las heridas y el tiempo para sanarlas están por verse. En esta etapa, Marcelo y Manlio se hermanan. Los dos, con su renuncia, creen contribuir a su causa y a mejorar las posibilidades de triunfo de sus respectivas fuerzas políticas.
Al menos por un momento, déjenme ilusionarme en que hay políticos en México que practican la generosidad, que no todos buscan imponerse, así sea sobre las cenizas de los sueños de millones de leales militantes.
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