El político mejor preparado, con mayor experiencia y capacidad ya no está en la lista de aspirantes a la Presidencia de la República. Muy por encima del resto de los precandidatos, Manlio Fabio Beltrones era el precandidato mejor formado y con la visión de Estado más acabada de los que buscan gobernar al país. También es cierto que sus negativos entre el electorado siguen siendo de los más altos y que nunca logró crecer lo suficiente en las encuestas, a pesar de la inversión económica que realizó en la difusión de su proyecto, soportada en mucho desde su plataforma como líder del Senado.
De Beltrones se han dicho muchas cosas, positivas y negativas: que si estuvo en las playas de Rosarito en un interrogatorio extraoficial al asesino de Colosio, Mario Aburto; que si fue acusado por la DEA de vínculos con el narco y el diario The New York Times lo publicó y luego tuvo que desmentirse porque el sonorense los demandó por difamación y les ganó el juicio; que fue pieza clave en varios operativos “sucios” del Salinato, entre ellos la caída del líder del SNTE, Carlos Jongitud (fallecido ayer) y el ascenso de Elba Esther Gordillo; que tiene la escuela “dura y oscura” de su jefe político Fernando Gutiérrez Barrios.
Entre los mitos y las verdades, Manlio Fabio, un hombre de la vieja escuela priista –alguna vez Elba Esther Gordillo lo llamó “político de las cañerías” y él le respondió: “de ahí la sacamos a ella”— decidió declinar sus aspiraciones presidenciales ante el hecho contundente de que su figura nunca fue competitiva ante la imagen y la propaganda arrolladoras que rodean a Enrique Peña Nieto.
En la forma, en una pieza de oratoria política impecable, el sonorense esgrime falta de condiciones para competir en el proceso interno de su partido, pero en el fondo, Beltrones sabía, lo supo desde hace tiempo, que si se inscribía el próximo domingo iba a ser literalmente aplastado y exhibido por el aparato y la cargada priista que impulsan los peñistas con el apoyo abierto de la dirigencia que encabeza Humberto Moreira.
Manlio apostó en los meses que duró su proselitismo a contrastar su imagen con la de Peña Nieto como un político mucho más acabado y con propuestas concretas y claras para realizar cambios y reformas de fondo en el país. El contraste fue notorio; mientras Beltrones aparecía como un congresista con planteamientos de avanzada en materia política, Peña recurría a fórmulas del pasado en temas como la gobernabilidad. Pero aún con ello, al senador no le alcanzó y su popularidad nunca remontó el 10% de intención de voto en las encuestas, en las que aparecía siempre como uno de los precandidatos con mayor opinión negativa.
Sin embargo, en el llamado “círculo rojo” fue notoria la metamorfosis de Manlio Fabio. Su capacidad de “reinventarse” en los últimos años, para cambiar su imagen de la de un político “duro” y de la vieja guardia, a la de un político moderno y reformista fue materia de diversos análisis. A Beltrones podrían criticarle sus detractores e incluso acusarlo de protagonismo y de impulsar su proyecto personal a través de la agenda de reformas como la política; sin embargo, nadie cuestionaba la importancia y trascendencia de sus propuestas y éstas despertaron el apoyo de intelectuales y hasta de políticos de signos distintos al suyo.
Hoy Beltrones no busca más la presidencia. Dice que seguirá haciendo política “desde otras trincheras”. Hace más de un año, cuando empezaba apenas con la aspiración que ayer declinó, al sonorense le preguntamos hasta donde llegaría en un escenario que le era demasiado adverso: “Voy a buscarla porque sé que es mi última oportunidad, pero yo no soy Madrazo eh! Si yo veo al final que no hay condiciones, que no puedo ganar, no voy a ir, no soy pendejo”. Hasta ahora, de eso nunca lo han acusado.
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