La bruma de la mañana en la salida del Estadio Olímpico UNAM perecía haber despertado a decenas de calaveras distintas, algunas hinchadas por la comida mundana, otras muy delgadas y atléticas, pero pocas osamentas infantiles traídas por sus padres, todas se congregaron para marchar hasta el Zócalo y representar cada uno a una víctima del narcotráfico caída en esta “guerra absurda”, como lo llamaban un par de cráneos hippies.
A las nueve de la mañana salieron caminando, no en silencio como se había dicho: desorganizadas y algo desveladas por la salida presurosa de sus hogares para representar el camino hacia sus tumbas. Los organizadores de la primera “Marcha de las Calaveras”, les pedían orden a gritos “¡organícense es una marcha por la paz!”, sin embargo, las osamentas no parecían entender su idioma pues estaban embelesadas en sus pláticas y en sus gritos.
“¡El que no brinque es un soldado maricón!”, “¡no más soldados en Juárez!” fueron alabanzas con las que la marcha iba abriéndose paso, calaveras ruidosas, calaveras que fumaban y bebían, calaveras exaltadas por llegar a Bellas Artes, fue tanto su ahínco de arribar aquel sitio de dónde saldría el artista Alejandro Jodorowsky que estuvieron ahí antes de lo planeado.
Desde el cuarto para las doce las calaveras se distribuyeron sobre la plancha de Bellas Artes, unas más escandalosas que no entendían que la marcha era por la paz, un acto psicomágico para dar tranquilidad tanto a vivos como muertos de la delincuencia en México.
El ambiente se fue tiñendo de gris, ni un rayo de sol para tantas calaveras con frío. Centenares de caras pintadas de blanco y negro, “nosotros venimos de calaveras, bueno el viene en representación de la gente panda” decía entre risas una chica con las cuencas bien marcadas en maquillaje negro, mientras señalaba a su hermano robusto y acuerpado al cual se le había corrido un poco de su maquillaje, “nos trajimos las pinturas del Halloween pasado de nuestro primito”, eso decía mientras la sacaba del bolso presurosamente.
Frente a la entrada del palacio estaban cientos paradas, alborotadas gritando por el megáfono, “¡Psicomagia por la Paz, psicomagia por la paz!”, este fue el punto dónde ya no eran decenas, sino miles que fueron vomitadas a las calles desde los avernos del distrito federal, aun así no eran las 50 mil que se esperaban, quizás se quedaron desvelados y gastados por la marcha del día anterior: la de los zombis, no tenía ningún motivo esta caminata, era sólo por romper un record.
La marcha del día de hoy era con propósito de demostrar organización en silencio sin tumultos, pero el mexicano bullicioso y hambriento de la curiosidad de que sería un acto psicomágico no lo permitió y las cosas no salieron acorde al plan.
Se perdió la motivación entre gritos, quedó aplastada bajo pasos sinuosos y alborotados, sobre todas las cosas ya no era la marcha de las calaveras, se transformó en “la marcha tratemos de tocar a Jodorowsky, saquémoslo vídeo y subámoslo a nuestros face”.
El artista se hizo presente, él lideraría la marcha al frente, pero nadie lo dejaba pasar; los flashes de las cámaras lo devoraban en una estela de luz inacabable, medios que buscaban declaraciones, calaveras fanáticas de su trabajo pedían a gritos que los tocara, en está ocasión afortunadamente no fue como cuando ha venido de visita al país y nadie le pidió que le leyera las cartas.
Pero al grito de un muchacho homosexual también enmascarado y colorido de “¡Jodorowsky hazme tuya!”, las personas comenzaron a gritar más y más incongruencias.
Salió de Bellas Artes enfundado en un traje negro, con una estola púrpura, con una máscara de cráneo que asemejaba perfectamente a la estructura natural de estos huesos.
Primero comenzaron a moverse los esqueletos sobre la plancha de Bellas Artes, después se agolparon por completo, y Jodorowsky tuvo que subirse a una de las jardineras para decirle a la gente que ya no les permitirían hacer la marcha en el zócalo, se los negaron, pero no todo estaba perdido “iremos por un mariachi a Garibaldi y ahí lo haremos todo, recuerden: no es un desfile político así que basta de gritar cosas sobre partidos”, recalcó el artista con serenidad.
El director de “La Montaña Sagrada” complemento su discurso haciendo hincapié en la principal motivación del desfile: “demostrar paz y templanza, honrar a los muertos y ser parte de esto, para dar estabilidad al país”. Una vez más volvió a decir “no es un desfile político, es un desfile poético”.
Las calaveras sordas, necias y algunas bastante tercas, trataban de imponer su voluntad, cuando se les pedía que no más fotos en el momento, no más tumultos, las personas pintadas perecían mofarse y decirle al de al lado “Cállate” violentamente, sin que ellos mismos pudieran hacer lo mismo. No demostraban respeto.
Lo anterior se vio reflejado en los actos de una joven mujer caballona pintada de rubia “o sea sí, sí, sí vengo parada cerca este güey, si pues está de mamón y no deja que me firme mi libro”, Les importaba más que pasará con Jodorowsky que lo que significaba la marcha.
“La verdad en vez de estar gritando y tomando fotos como locos, deberían estar en silencio, representar nuestro papel de muertos en vida, pues se ve la desintegración social desde el punto en que cada quién hace su voluntad” exhortaba el muchacho acuerpado de la vez anterior, después de haber ido a bajar las cámaras de muchos fotógrafos tercos en su labor de sacar un imagen que ni siquiera era para un medio de comunicación, no era sólo para alguna de sus vías sociales, “ya viste para mi Twitter güey” comentó uno de los asistentes mientras mostraba la foto que había sacado al cineasta.
“Vamos a cantar la llorona con mariachi, vamos a caminar en silencio hasta Garibaldi, ¿por qué la llorona? Pues es una canción triste de una madre que perdió a sus hijos, como muchas han perdido en la vida real a los suyos por ser víctimas de la violencia”, expresó el artista. “Cantaremos una canción triste y luego seremos felices”.
Llegaron a Garibaldi, se sentaron, no todos, calaveras necias y obstinadas no los hacían, así que las otras comenzaron a gritar “siéntate panzón, si tú, él del sombrero”, la señora esposa de la osamenta a la que le gritaban tuvo que sacar a su marido antes de que llegará a los golpes con unos niños con la mitad de edad que él, y sólo paso cerca para amenazarlos en pleno acto psicomagico pues ya estaba retando al público “haber párense los que me gritaron y nos partimos la madre”, “algo lamentable” comentó uno de los fotógrafos.
Cuando entonaban la llorona, muchas calacas aunque quisieran entonar con su mejor falsete no sabían la letra, así que el cantico, sólo fue audible para minúsculos insectos.
“Estamos aquí porque 50 mil personas perdieron la vida a causa de borregos sin actitud que decidieron hacerse sicarios y matar a otros”, subrayó molesto Jodorowsky; Los mariachis llegaron, y nuevamente la gente se volvió a parar, se desordenaron y empezaron a gritarse sin tolerancia ni muestra de paz en el aire.
Así pues Alejandro decidió dar por terminada la reunión de las calaveras, segundos después de que los mariachis terminaran de entonar su canción “triste” las personas se desplazaron, pero, muchos otros cráneos decidieron devorar al artista como hienas sobre su presa, para ya no verle jamás.
“Eran demasiadas las personas que sólo venían a ver a Jodorowsky, en ese caso en vez de haber salido como calaveras debimos haber usado mascaras con su cara, sí de eso se trataba”, expresó molesto uno de los fotógrafos asistentes al evento después de terminado.
“Es que son la muchachada de la speudointelectualidad que todo les molesta”, así fue como lo aseguró una de las calaveras, con una máscara de cartonería anaranjada, festiva sonriente y altiva, pues la actitud de muchos no permitió que el acto psicomágico se llevará con calma hacia la serenidad de tumba, “eran demasiadas las personas que sólo venían a ver a Jodorowsky, en ese caso en vez de haber salido como calaveras debimos haber usado mascaras con su cara sí de eso se trataba”, expresó molesto la calavera de flor.
Catrinas, paseaban galantemente, señores, ancianas, infantes, las personas volvieron una a una a habernos originales, mientras seguían llegando calaveras extraviadas, preguntando si ya había terminado, y un joven le dijo a otro “¿Pues cuándo comenzó?”.
Fotos de: Oscar Robles y Viridiana Santana