Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard enfilaban juntos hacia el Centro de Negocios del Hotel Hilton Centro. Faltaban un par de minutos para las nueve de la mañana. Tenían una cita programada con Jesús Zambrano, Ruth Zavaleta y Alejandro Encinas.
Desayunaría los cinco juntos, previo a la conferencia que darían hora y media después a los medios de comunicación para transmitir la “reconciliación” del tabasqueño con los “Chuchos”.
Cuando la puerta del lugar se abrió, un rostro no invitado al convivio apareció en un rincón: era el de Jesús Ortega, el “Chucho” mayor, quien intentó por todos los medios expulsar a López Obrador del PRD, el que se “alió” con la “mafia en el poder”, a decir de AMLO.
La sorpresa detuvo los pasos de López Obrador. Ebrard se hizo el sorprendido.
Zambrano, presidente del PRD, acompañaba a Ortega en la mesa. Unos y otros se miraron. Se hizo un silencio pesado. Andrés Manuel avanzó. La puerta se cerró detrás de ellos.
Dolores Padierna, secretaria general del partido, había vivido minutos antes algo semejante. No esperaba ver a Ortega en aquella reunión. Así lo habían acordado desde días antes. Todavía el lunes por la tarde, el nombre de Ortega se mantenía vetado.
Incluso, en la invitación oficial que hizo el PRD para la conferencia de prensa, el nombre del ex presidente del sol azteca no aparece. Pero ahí estaba Ortega. Codo a codo con el “Chucho” menor.
Una hora y media, a puertas cerradas, duró la reunión entre ellos. Tiempo en el que delinearon la estrategia de campaña y se repartieron todas las funciones.
Jesús Ortega no intervino en ningún momento, según contaron testimonios de participantes. Simplemente escuchó.
Cuando el grupo acudió al salón donde se reunirían con los medios de comunicación, Ortega siguió con ellos. Ocupó un lugar en uno de los extremos.
Comentamos con César Yáñez la presencia del “Chucho” mayor. Su aparición, aún y cuando no estaba invitado. El vocero de López Obrador apenas mencionó: “Ya está aquí…”, y dejó en el aire el resto de la frase.
Pero la incomodidad entre los ocupantes del presidio era visible, principalmente en Ortega, que se frotaba las manos y sonreía nerviosamente.
Más aún cuando la primera pregunta de los reporteros se refirió precisamente al enfrentamiento que durante años han tenido Ortega y Obrador, si eso quedaría atrás así de fácil y sin rencor alguno.
Al escuchar aquello, Zambrano se envaró. Y el que salió al quite a botepronto fue Ebrard, aunque la pregunta no iba dirigida a él, sino a los implicados en el asunto y explicó que se trataba precisamente de una “reconciliación”, entendiéndose por ello que todas las fuerzas van a participar en este proceso hacia el 2012. Y sobre lo que era el dedo en la llaga, soltó. “¡No se excluye a nadie” Hoy se está en una etapa distinta”.
Ortega reconoció a su vez su simpatía por Ebrard para la candidatura de las izquierdas, pero dado que ya pasó el proceso de elección y no ganó, apoyará ahora a Andrés Manuel: “También es mi candidato. Lo apoyaré en el límite de mis posibilidades”, indicó.
López Obrador no se volvió a mirar “Chucho”, pero asintió levemente con la cabeza. Hacía un esfuerzo por tranquilizarse y dar la impresión de que, efectivamente, entre todos había “unidad” y nadie, nadie, sería excluido, ni habría “convidados de piedra”.
Aunque, ayer, Ortega no sólo bien lo parecía, sino que ni siquiera había sido invitado por Andrés Manuel.