En el siglo XXI un país sin gobierno es inimaginable; durante la primera mitad del siglo XX sería entendible (la ausencia de gobierno) en el marco de la Gran Guerra y su segundo episodio; y, en Latinoamérica, entre dictaduras y dictablandas, ni hablar de instituciones democráticas sólidas y con brújula por delante.

 

Algo sucede en siglo XXI pues las células políticas han enloquecido: Bélgica sin gobierno durante dieciocho meses, Egipto estrenándose en la democracia y México bajo el yugo del etnocentrismo.

 

Bélgica es la sede de Europa; el basamento institucional del modelo político más importante del siglo XX. Algo más, las pistas estratégicas de la OTAN también se encuentran en Bruselas. Difícilmente se puede focalizar la ciudad donde habitan el mayor número de traductores (públicos) del mundo. La respuesta es sencilla, por delante de Nueva York (ONU), Bruselas. Una tercera parte de la Comisión Europea son traductores (más de cinco mil de los veinte mil eurócratas). De las cervezas, chocolates y diamantes, ni hablar. En la arena política, durante dieciocho meses, tampoco se habló de un gobierno. Entre valones y flamencos se repartieron la responsabilidad del desgobierno light.

 

Un francófono será el jefe de Gobierno por primera vez desde 1974, Elio Di Rupo, de 60 años e hijo de unos modestos inmigrantes italianos.

 

A los tres minutos del humo blanco, una fuerte tormenta flamenca arruinó la fiesta. Las matemáticas y la democracia, al parecer, nunca se divorciarán. La comunidad flamenca es mayoría en Bélgica y anunció que no verá con buenos ojos la mayoría de ministros francófonos. Tiempo de negociar.

 

Hoy, se habla más de la crisis de la deuda soberana europea que de los cimientos políticos europeos instalados desde 1957. Lástima. En la costumbre está la desmemoria. Sin embargo, hay algo incuestionable, gracias a que existe la Unión Europea, Bélgica pudo caminar sin gobierno durante el año y medio. La tradición hace la fuerza democrática o, si se prefiere, el establishment europeo está entrenado para soportar “ingobernabilidad”.

 

En Egipto, entre la bruma espesa de la plaza Tahiri, se observa un ángulo festivo: las elecciones. Ese ejercicio, muchas veces solipsista entre el conjunto de procesos democráticos, obsequió al mundo imágenes inéditas como la de las mujeres haciendo fila para votar. Más de 50 partidos políticos tratan de colocar su liderazgo en la era post Mubarak. En particular, los Hermanos Musulmanes (durante muchos años arrinconados por Mubarak y ordenados disciplinariamente bajo la ley islámica Sharia) conformando una coalición con partidos moderados. En la coalición original se encontraban 34 partidos pero con los días se fueron disgregando. Los Hermanos Musulmanes es una agrupación multinacional y concentró el voto anti-Mubarak y sus reminiscencias.

 

Si el 11 de septiembre de 2001 no se olvidará por el resto del siglo, la Primavera Árabe de 2011 tampoco se olvidará. Continúa desdoblándose y, al parecer, su siguiente escala será Siria.

 

Mientras tanto, en México, la cargada continúa siendo la propuesta política más relevante del siglo XXI. Entre el cantante Emmanuel y los dinos, el “guapo” se presentó en sociedad mostrando su plan de gobierno: Aquí estoy.

 

El “guapo” gobierna las encuestas prospectivas de 2012 y, al parecer, sus contrincantes recurren al telepromter y al maquillaje para declararle, formalmente, la competencia.

 

Entre el rating y la plaza Tahrir, prefiero la democracia exploratoria; entre Bruselas desgobernada y el storytelling, prefiero el modelo político más exitoso del momento, a pesar de su crisis.

 

La realidad, México sumido en su etnocentrismo ramplón e involucionista.

 

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