¿Por qué la Comisión de Cambios, que preside el secretario de Hacienda José Antonio Meade, tardó tanto en actuar sobre el mercado cambiario después de que el peso se había devaluado 22% en 4 meses?

 

La pregunta está flotando en el ambiente después de que la Comisión de Cambios anunció el martes pasado que el Banco de México suspendió las compras de dólares vía opciones y ahora venderá todos los días fuertes cantidades de dólares al mercado cuando la depreciación del peso y las necesidades de los intermediarios así lo ameriten. Finalmente el banco central decidió intervenir el mercado.

 

Después del anuncio nos preguntamos ¿por qué hasta ahora se decide la medida?  Pero más relevante aún ¿por qué se dejó que el peso se devaluara 22% mientras que, simultáneamente, el Banco de México acumulaba reservas internacionales por 5,601 millones de dólares entre el 1 de agosto y el 25 de noviembre pasado?

 

Vayamos por partes. Primero, las presiones inflacionarias se vienen dando desde junio pasado lo que se advierte en la evolución fuertemente alcista en los precios que fijan los productores. El índice nacional de precios al productor (INPP) pasó de una variación anual de 4.56% en junio a 6.39% en octubre pasado. Y si ponemos la lupa sobre la evolución de los precios de las mercancías y los servicios de uso intermedio (como partes de automóvil, cajas de cartón o cemento) es decir aquellos utilizados para producir bienes finales, veremos que la inflación de precios ya era más que preocupante por su impacto sobre los bienes finales y sobre los precios al consumo de las familias. En octubre pasado el crecimiento anual de este índice fue de 8.61%, es decir, 2.5 veces por arriba de la inflación al consumidor. Era evidente la fuerte presión en los precios locales derivado de la incertidumbre externa y de la devaluación del peso.

 

Segundo, mientras el peso se devaluaba aceleradamente y la presión sobre los precios crecía, el banco central –como si quisiera elevar la paridad- aumentaba fuertemente sus reservas internacionales a través de la captura de petrodólares en sus ventanillas y (¡no lo va a creer!) de la compra de dólares en el mercado vía el ejercicio de opciones. La devaluación no hubiera ocurrido en la magnitud que lo hizo, incluso es probable que no hubiera ocurrido, de no haberse empecinado en incrementar aún más las ya elevadas reservas en plena volatilidad.

 

Tercero. ¿Casualidad o intencionalidad?, lo cierto es que por aquellas fechas de octubre el Congreso discutía la ley de ingresos y el presupuesto de egresos para 2012 con un tipo de cambio de 12.20 por dólar como lo sugirió Hacienda en sus Criterios Generales de Política Económica. Sin embargo ante la devaluación del peso en el mercado los legisladores decidieron recalcular al alza los ingresos que se obtendrían en pesos por las exportaciones petroleras ahora con una paridad de 12.80 por dólar. Con 60 centavos de peso más por barril exportado obtendrían unos 258 millones adicionales para el gasto. Nada mal aunque sea una ilusión transitoria.

 

En fin. Que la decisión cambiaria se tomó tardíamente a un alto costo, pero lo más preocupante es la obsesión de las autoridades financieras por incrementar las reservas; incluso asumiendo riesgos peligrosos.

 

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