Pedro Joaquín Coldwell no buscaba –y mucho menos esperaba- la presidencia del PRI. No en estos tiempos, al menos, cuando las condiciones políticas apuntaban adversas a sus afinidades. Sabía de entrada del acuerdo con que habían iniciado la contienda interna Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones: “El partido es de quien sea el candidato”.

 

Pero él, Pedro Joaquín, no pertenece al equipo cercano de Enrique Peña Nieto. No sólo eso, Moreira y peñistas que le acompañaban, pasaron sobre él para modificar la Convocatoria para la elección del candidato presidencial del tricolor. Ni siquiera lo invitaron a la reunión en que se votó el convenio de coalición del PRI con el Partido Verde y Nueva Alianza, aún y cuando ostentaba el cargo de presidente de la Comisión de Procesos Internos del CEN del PRI.

 

El rechazo a su persona –al menos así lo indicaban los hechos— era notorio. Y Coldwell no ocultó su inconformidad por el alto número de posiciones que cedió su partido a sus coaligados. Hizo declaraciones a la prensa al respecto.

 

¿Qué pasó entonces para que de pronto se diera tal vuelco en su favor que esta tarde lo llevará a convertirse en el próximo presidente del PRI con el apoyo de todos los sectores, Peña Nieto incluido?

 

Una vez que Peña Nieto se decidió por la salida de Humberto Moreira (con el aval de Elba Esther Gordillo, luego de que Beltrones quedó fuera de la jugada presidencial, y firmados ya los términos de la coalición con el Panal), se barajaron nombres y se estableció una fecha. La fecha, a solicitud del propio Moreira, fue que esperaran a que su cumpliera la etapa de gobernador que le correspondía y de la cual solicitó licencia para irse a dirigir el partido. Era, digamos, por una cuestión de “dignidad” para el coahuilense ante los suyos.

 

Aceptada ésta –esperarían a que se cumpliera el plazo de su mandato y que su hermano, Rubén Moreira tomara posesión-, comenzaron a barajarse los nombres del sucesor. Lo que en un inicio perfilaba a un peñista de hueso colorado al frente del PRI, se vio trastocado por el fuerte malestar que causó en muchos priistas la cantidad de cesiones y concesiones que otorgaron Moreira y los peñistas al PVEM y a Nueva Alianza.

 

Esto llevó a Peña Nieto a desistir de imponer a un miembro de su equipo cercano al frente del partido. Tenía que negociar con los inconformes, que para entonces ya se sumaban al grupo de Beltrones. El acuerdo inicial de los precandidatos: “el partido es del candidato”, pasó a mejor vida.

 

Comenzaron, pues, a barajarse nombres. Humberto Moreira, quien llevaba la voz de la maestra Gordillo, ejerció poder de veto. Muy cerca estuvo, por ejemplo, Jesús Murillo Karam de quedarse al frente del partido. Pero Moreira lo bajó de la lista.

 

Cuando se mencionó el nombre de Coldwell, los asistentes miraron a Moreira. El de Coahuila soltó una sola frase: “Ninguna objeción”.

 

Así, a sus 61 años, Pedro Joaquín se convertirá esta tarde en el nuevo presidente del PRI.

 

Gemas: Dicen lo panistas que van a crear una Comisión legislativa especial para investigar el endeudamiento en Coahuila. Los priistas responden que sí, que adelante, nomás que tendrán que sumar otros estados más endeudados que Coahuila, como Guanajuato y Jalisco.., gobernados por los panistas.

 

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