Hace unos años caminaba con un directivo de Cisco en alguna ciudad de Estados Unidos y me pidió fijarme en los jóvenes. No noté nada raro, hasta que me indicó que casi nadie usaba reloj. Entre menos edad, menos aditamentos del pasado en la muñeca.

 

No hay que ser científico social hoy en día, con un doctorado en estudios sobre lo actual y lo cotidiano en alguna universidad francesa, para reconocer que los relojes sólo sirven para hacer evidente el nivel socioeconómico de su portador o para gritarle a la gente que pertenecemos a otra generación.

 

El directivo me dijo que el celular ha sustituido también esos aparatos. Cuando le preguntas a un adolescente la hora, sacan de su bolsillo el teléfono. Reloj, para nada.

 

Cada vez que me pongo mi reloj, que tiene un valor sentimental importante por su procedencia y da cuenta de que soy reportero (es decir, que mis ingresos quincenales por lo general se acaban antes de liquidar todas mis deudas, en las primeras horas de largas filas en los cajeros), recuerdo la observación del representante de la empresa.

 

Y recuerdo eso también cada vez que se presenta un reloj con celular, o un celular con apariencia de reloj de pulsera. La japonesa NTT Docomo anunció hace unos días que a principios de 2012 presentará los G-shock Medias.

 

No dio muchos detalles técnicos de estos productos, sólo que iniciarán con dos modelos, que soportarán bluetooth. Lo diferente es que esos relojes permitirán a su dueño sincronizar con su celular información.

 

Es decir, para los que seguimos con la costumbre de cargar un reloj y que también cargamos un teléfono, no necesitaremos sacar del bolsillo el dispositivo inteligente, pues en la carátula de la pulsera del pasado podemos ver los mensajes y quién llama.

 

Algo así proponía LG hace dos años, en la feria de tecnología de Las Vegas, The Consumer Electronics Show (CES), con una marca de relojes poco accesible para el común de la población, del país que usted indique.

 

Pasaron dos años y nunca los vi en la calle.

 

Casio anunció casi simultáneamente que comenzará a vender en unos días un reloj por unos 300 dólares que se podrá conectar vía bluetooth al celular. Ojalá que no sea necesario contratar un servicio de telefonía costosísimo para poder disfrutar de esta mezcla que promete darle unos meses más de vida a esos objetos que, cuando no son un lujo, son una necesidad que todavía muchos necesitamos cargar como un grillete, porque crecimos con ellos.

 

RABBIT HOLE

 

En Estados Unidos una noticia muy importante pasó casi desapercibida, a pesar de que medios importantes llegaron a registrarla. Apple no es dueña de la marca iPad en China. Así como lo escucha. Ese es uno de los grandes problemas de la firma de la manzanita en esa nación, una de las razones por las que contrataron a agentes de inteligencia del gobierno y a casi todo el equipo legal que tenía Pfizer en ese país para combatir la piratería de Viagra. Proview Technology, firma que registró la marca antes que los enviados de Jobs (porque todo sucedió antes de que muriera), puede, desde Taiwán, inventar cualquier cosa y comercializarla como iPad. No viola la ley, por lo menos en ese gigantesco mercado. Pero sí impide que la dueña original del invento haga un lanzamiento oficial en Shanghai o Pekín, sin ver afectados sus intereses.

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