En un mundo donde los mercados se encuentran altamente relacionados y en una sintonía casi perfecta, es imposible ignorar el comportamiento que la oferta y la demanda, con todos sus componentes, juegan en la definición del precio final de un producto. Por ejemplo, la reciente disolución de la prohibición de las exportaciones de arroz blanco en India permitirá una disminución en el precio internacional de dicho producto, lo que resulta ser una buena noticia para lograr restringir la inflación en los alimentos a nivel mundial y las presiones que esto significa para el diseño de la política económica dentro de cada país. Sin embargo, el aumento en los precios de los alimentos que se ha observado en los últimos meses, viene acompañado –entre otras cosas – de la decisión de Tailandia de comprar cereales, y específicamente arroz blanco, a un precio mayor que el de mercado. La interacción de las fuerzas del mercado no puede estar mejor ejemplificada. El problema reside en el tema en el que confluyen.
 
La volatilidad en el precio de los alimentos, de acuerdo con el informe El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2011, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, es una situación que persistirá, pues a pesar del aumento en la oferta de granos y del buen nivel de reservas que se tiene a nivel mundial, las regiones más vulnerables son las principales víctimas del acaparamiento y especulaciones financieras en el mercado de alimentos, lo cual incide directamente sobre su precio. Las presiones tanto por el lado de la oferta como de la demanda son evidentes. El acaparamiento, las altas tasas de fecundidad y de crecimiento de la población en África y en menor medida en Asia, y la expansión del uso de biocombustibles, plantean retos por el lado de la demanda; mientras que la oferta tiene que lidiar con la escasez, fenómenos meteorológicos y la inestabilidad de la productividad de los cultivos en el mundo.
 
La estrategia del aislamiento comercial llevada a cabo por diversos países a raíz del aumento en los precios de los alimentos en 2006-2008, logró mantener dicha variable con una varianza aceptable, comparándola con lo que sucedía en el resto del mundo. No obstante, las consecuencias sobre los precios internacionales se vieron reflejadas tanto en su aumento como en su comportamiento volátil. Es entonces necesario blindar las políticas internas utilizadas en cada país con el objetivo de minimizar su daño sobre los mercados internacionales, lo que requiere no sólo un esfuerzo estratégico y económico sino también político: los subsidios que gozan los agricultores de la Unión Europea desde mucho antes de la crisis mencionada de 2006-2008, que han tenido como consecuencia la pauperización de las condiciones de vida de los agricultores del resto del mundo, son ejemplo del retraso que aún se tiene en este aspecto.
 
El Informe de Desarrollo Humano 2011, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, informó cómo los efectos del cambio climático son mayores en los países en desarrollo, sobre todo en los más pobres que, paradójicamente, son los que menos contribuyen con el problema. La situación en el cuerno de África es una buena ejemplificación de esta afirmación. Más de diez millones de personas en la región se encuentran en condiciones de hambruna o con riesgo de padecerla, lo cual no sólo provoca el fallecimiento de miles de ellas sino también el desplazamiento de millones más en calidad de refugiados a países circundantes del territorio, lo que trae consigo presiones económicas y posiblemente de salud para los países receptores.
 
Dadas estas condiciones de estancamiento e incertidumbre, donde la persistencia de los altos precios de los alimentos es una realidad, se vuelve necesaria la acción prospectiva y asertiva por parte de los gobiernos, organizaciones internacionales y la iniciativa privada. La ayuda humanitaria, ya sea a través de transferencias por parte de occidente, o provista de manera interna por medio de medidas específicas dentro de cada país, resulta ser un componente fundamental para la solución de esta problemática. No obstante, es imprescindible formar una relación simbiótica entre la experiencia y planeación de las políticas públicas, y el enfoque heurístico que posee la tecnología, para con ello crear una forma adecuada de abordar esta cuestión. Así, de nuestra capacidad de innovación depende la solución de una cuestión tan trascendental como lo es la propia supervivencia humana.
 
*Economista, asistente de investigación en Contorno Centro de Prospectiva y Debate.
gs_godoy@hotmail.com
 
Fuentes
El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2011. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura junto con el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. Octubre 2011.
 
“Rice to drop as Indian exports intensify export competition”, Businessweek , septiembre 21, 2011