La crisis europea va mas allá de un fondo de rescate para las economías endeudadas de la zona. Plantea un dilema mucho más profundo en cuanto a la reestructuración de las instituciones y los tratados, en cuanto al liderazgo y la percepción de ser europeo. Trae consigo una tensión democrática que cuestiona la solidaridad de los países europeos en relación a qué tanto están dispuestos a sacrificar, gastar y hacer por mantenerse juntos.
 
La crisis de deuda cuestiona los 60 años de evolución de la Unión Europea y pone en duda la fortaleza y supervivencia del euro, al igual que su conformación de 27 países, sus instituciones, políticas y líderes. Una historia de tensiones ha reunido a los grandes líderes europeos en torno a un acalorado debate sobre si es posible la integración de más países, si debiera existir una política fiscal y, más que nada, sobre la soberanía que estarían dispuestos a ceder para conformar este bloque. La crisis retoma estas cuestiones y proyecta su importancia al medirlas contra el futuro de la Unión.
 
Preguntarse sobre la supervivencia del euro es una cuestión delicada, ya que mucho depende de cómo se comporte el mercado. Lo importante aquí es resaltar la capacidad de los líderes políticos para darle esa confianza al mercado. Edward Carr, editor de noticias internacionales de The Economist, plantea que si en el caso de Grecia el gobierno quisiera regresar al dracma, la gente preocupada por la devaluación de sus ahorros movería su dinero a otro lugar y el sistema bancario griego quebraría. Esto no significaría un daño representativo al resto del continente, pero si esta situación llegara a expandirse a países como Italia o España, que están altamente ligados con Alemania, esto lograría que colapsara todo el sistema financiero europeo. La posibilidad de que salieran más países de la Unión Europea podría llevar a la devaluación del resto de las monedas y a la quiebra de distintos países, ya que todas las exportaciones e importaciones se tendrían que cerrar, no habría préstamos para las compañías, lo que las llevaría a la quiebra y por lo tanto a una destrucción la economía europea, que no estaría en capacidades de competir con el resto del mundo.
 
Uno de los factores más importantes y definitorios será la capacidad y liderazgo político por parte de quienes están a cargo de las negociaciones en Europa, tanto es así que uno de los principales conflictos para brindar soluciones viables a esta problemática se ha dado por el desencuentro entre los principales líderes y el antagonismo de sus concepciones. Alemania plantea que el Banco Central no pueda emitir bonos e imprimir dinero, como lo sugiere Francia, dado que esto puede llevar a una mayor inflación y no estaría atacando el problema de raíz. Para Merkel es necesario hacer una reestructuración del sistema europeo en el cual se exija disciplina presupuestal, un monitoreo de las políticas económicas e imponer reglas y sanciones más estrictas, lo que significaría un sacrificio de soberanía adicional para los países miembros. La canciller alemana plantea que deben haber instituciones independientes que se encuentren libres de intervención política para que así sean creíbles y se pueda confiar en ellas. Por otro lado Jaques Attali plantea, en una entrevista con el editor de The Economist, que la única solución para que sobreviva el euro es una entidad federativa, en la cual se tenga que rendir cuentas a un organismo supranacional. ¿Estarán los países europeos dispuestos a responder ante este organismo?
 
El pasado 5 de diciembre se llevó a cabo una reunión en la cual la solución Merkosy (Angela Merkel y Nicolas Sarkozy) para mantener el euro fue el comienzo de la creación de un tratado, el cual aún no tiene nombre, que fomente una mayor integración política y económica. Propone un castigo automático a los gobiernos que excedan 3% de su PIB, busca lograr que los países se consagren a una ley para equilibrar sus presupuestos y que no pidan a los inversores privados que asuman pérdidas, como lo hizo Grecia. Busca también lograr que el fondo de rescate europeo sea permanente y que existan reuniones mensuales de las cumbres europeas hasta que se supere la crisis.
 
Esto significa la subordinación de soberanía económica frente a Bruselas. Los dirigentes buscan que a través de este tratado se llegue a una solución más a fondo y que una problemática así no se vuelva a dar. La disyuntiva en el caso del tratado es el tiempo en el que logre ratificarse y entrar en vigor, al igual que la aceptación de todos los países. Otro problema que representa el tratado sería la reducción de gasto público en cada país y probablemente el incremento de impuestos, lo que llevaría un costo social muy alto.
 
¿Los líderes europeos serán capaces de luchar en contra del tiempo de los mercados, lograrán promover la confianza en estos mismos, mantener la cohesión social y tener el respaldo de todos los países europeos para salir de la crisis?.