Fantasía, aventura y sentimiento, envuelto en la época decembrina, ofreció la víspera la Compañía Nacional de Danza, bajo la dirección de Sylvie Reynaud, en su tradicional espectáculo navideño “El Cascanueces”, con un despliegue de ballet clásico, vestuario y escenografía, que brindó ilusiones y sueños entre el público infantil.
El Auditorio Nacional, decorado nuevamente con objetos navideños para ambientar una de las obras clásicas que se montan en esta época a nivel nacional e internacional, fue el escenario que albergará el espectáculo de ballet hasta el próximo 23 de diciembre.
La agrupación a cargo de Reynaud, acompañada por la Orquesta de Teatro de Bellas Artes para interpretar la música de Piotr I. Tchaikovsky, cautivó a los asistentes, en su mayoría niños y adolescentes, acompañados por adultos y personas de la tercera edad que se dieron cita en el inmueble de Reforma.
“El Cascanueces” coreografía original de Lev Ivanov, con la adaptación del cuento para ballet de Marius Petipa, la Compañía, interpretó de manera magistral cada una de las piezas, en tanto, el público ovacionaba a cada momento a los actores y músicos de la orquesta.
Cobijados por la escenografía y vestuario de época, los bailarines iniciaron su interpretación al aparecer en escenario a los pequeños actores (niños), quienes rodeados por los actores profesionales, mostraban también sus talentos en el escenario.
La magia, la ilusión y sueño, se plasmaban a cada instante en este cuento navideño, que tuvo como escenografía calles, puentes y la sala de una casa.
La historia del Cascanueces, comienza en que había una vez una niña llamada Clara, quien además de ser hermosa, tenía la suerte de que su padrino fuese el juguetero Herr Drosselmeyer, quien fabricaba maravillosos juguetes para ella y su hermano Fritz.
En víspera de Navidad, cuando se hacen los preparativos para la gran noche en la casa de Clara se encuentra toda la familia y amigos, donde los niños desfilaban por el salón ante el árbol de Navidad, mostrando en ese momento su agilidad desde temprana edad y maravillando al público.
En ese momento llega su padrino, quien con sus mágicos obsequios que son: un arlequín, una colombina y un moro, empiezan a bailar para el deleite de todos los presentes en el gran salón, por lo cual Clara queda maravillada con el espectáculo y quiere que sigan bailando toda la noche.
Sin embargo, sus padres le explican que su actuación ha terminado, y la niña se entristece, pero al ver sus lágrimas, Herr le entrega un juguete que ha creado para ella: un Cascanueces que luce pequeño junto a los enormes muñecos bailarines.
Al verlo, Clara deja de llorar, pero disgustado por no tener un obsequio, Fritz arrebata el Cascanueces a Clara y lo rompe, por lo que el padrino lo repara y el padre de la niña lo coloca junto al árbol.
Luego al pasar unos minutos, Clara duerme y en sus sueños, los objetos comienzan a tomar dimensiones desproporcionadas, y el reloj da las 12 campanadas, por lo que la magia de Herr todo continúa creciendo en forma descomunal, incluso el árbol de Navidad.
Clara ve que los ratones, dirigidos por su rey, se preparan para atacar al Cascanueces y a los soldaditos, y comienza una terrible batalla, en el momento en que explotan los cañones y brillan las espadas.
Antes que los ratones puedan lastimar al Cascanueces, Clara corre a rescatarlo, se quita una de sus zapatillas y golpea en la cabeza al rey de los ratones, viendo que su rey ha caído, los ratones retroceden arrastrándolo con ellos.
El Cascanueces, convertido en príncipe por el amor de Clara, se inclina ante ella y la invita a hacer un viaje como recompensa por salvarle la vida, por lo que muy pronto Clara y él se encuentran en un bosque cubierto de copos de nieve en donde todo el año es invierno.
Por lo que aparece la reina de las nieves y no sólo les da la bienvenida, sino que, junto con los copos, baila para ellos, de una manera magistral y con un talento estético de ballet clásico, para arrancar los aplausos del público.