Por primera vez en la historia francesa, un ex presidente tiene que rendir cuentas. Chirac no irá a la cárcel. La pena de dos años está suspendida y a sus 78 años, morirá en su cama pero fue declarado culpable de tres delitos importantes de corrupción, involucrando a la vez su enriquecimiento personal y un fraude que benefició a su partido. Es poco decir que este fallo representa un terremoto en la vida política francesa.
El antecedente más reciente fue la condena (a muerte, y luego a reclusión perpetua) del Mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial y jefe del Estado francés que colaboró activamente con el ocupante alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Jacques Chirac fue elegido dos veces, en 1995 y 2002 a la cabeza del régimen democrático más presidencial de Europa. Su partido que se reclama de la herencia del general De Gaulle es el más importante del país y hoy por hoy sigue gobernando Francia con Nicolás Sarkozy. Chirac sigue siendo miembro de la Corte constitucional del país.
Chirac fue y sigue siendo, relativamente, popular en su país, por su personalidad amena y porque fue bastante consensual, otra forma de decir que en doce años de presidencia no hizo nada realmente importante para modernizar el país en años de bonanza o reforzar su estatus europeo e internacional. De no haber sido por su longevidad política y su rechazo en seguir a Estados Unidos en la invasión de Irak en 2003, lo único que marcó su estancia a la alcaldía de París y al palacio presidencial del Eliseo fue precisamente todo el sistema que instaló para alcanzar y conservar el poder durante décadas. Nadie en el país lo puede ahora justificar o disculpar y la única reserva que emiten sus partidarios es su edad avanzada y el carácter tardío del proceso. Una reserva por cierto absurda si uno toma en cuenta que fue el mismo Chirac quien utilizó todo los medios legales o extra-legales (como las presiones al ministerio público que adoptó algunas posiciones por lo menos extrañas, el reembolso por él y su partido de fondos desviados para evitar persecuciones o el cambio de la legislación a su favor) para evitar responder de sus actos.
Haber logrado condenar a J. Chirac, quien además esgrimió al final motivos de salud, cambiará seguramente la imagen de la justicia y del país en general dentro y fuera de las fronteras. A cinco meses de nuevas elecciones presidenciales, durante las cuales Sarkozy podría perder el poder, el fallo viste una importancia particular. Varios miembros del partido presidencial están bajo sospecha de la justicia, entre ellos los ex primeros ministros de Chirac, Edouard Balladur y Dominique de Villepin, el mismo candidato presidencial para mayo 2012.
*Profesor en el Departamento de Estudios Internacionales del ITAM