MADRID. El jefe del Ejecutivo de España, Mariano Rajoy, asume la tarea de gobernar respaldado por una amplia mayoría absoluta pero con retos económicos tan complicados como reeditar el “milagro español”, conseguir situar al país en la primera línea de la nueva UE y dar prioridad a Latinoamérica en su política exterior.
Rajoy llega al Gobierno con fama de político previsible y con el objetivo de superar la crisis económica y devolver al país la confianza en sí mismo.
Ante el Parlamento, en su debate de investidura, prometió que esas “nubes de la pesadumbre que ocultan el cielo desaparecerán” y que gobernará con trabajo, esfuerzo, tenacidad y confianza.
“Desaparecerán los nubarrones, levantaremos la cabeza y llegará de nuevo el día en que se hable de España y se hable para bien; el día en que volvamos la vista atrás y ya no recordemos los sacrificios”, dijo en su discurso de investidura.
En su esperado discurso de investidura en el que sentó algunas de las bases de lo que será su política, que perseguirá volver al denominado “milagro español” que se produjo durante el Gobierno de José María Aznar (1996-2004) y que supuso un importante descenso del desempleo y el crecimiento de la economía.
Reducir la “sangría” del desempleo que acecha a España -con más de cinco millones de personas sin trabajo- es uno de los principales objetivos que Rajoy se ha fijado, además de una reducción del déficit público en 16 mil 500 millones de euros en 2012, con un aumento solo de la partida destinada a las pensiones.
Aunque ha dicho que su intención es no subir los impuestos, Rajoy es consciente de que tendrá que llevar a cabo duros ajustes durante esta legislatura y por eso en sus últimos discursos repite que “no es momento para cosechar aplausos, sino de resolver problemas” y que sabe que no se enfrenta a un “escenario de halagos y lisonjas”.
También prestará una atención especial a Europa y a Latinoamérica, en concreto a reforzar “el vínculo iberoamericano” y el papel de la lengua española.
En Rajoy se cumple el dicho de “a la tercera va la vencida” y es que, tras sus derrotas electorales de 2004 y 2008, llega a la Presidencia del Gobierno después de haber sido vicepresidente con Aznar y cinco veces ministro, de Administraciones Públicas, Educación, Presidencia, Interior y Portavoz.
Su secreto mejor guardado sigue siendo el nombre de sus ministros, algo que dará a conocer el día de hoy, sin que se haya filtrado ninguna pista.
Celoso de su vida privada y hombre de costumbres, nació el 27 de marzo de 1955 en Santiago de Compostela (Galicia, norte español).
Es licenciado en Derecho y registrador de la propiedad, aunque comenzó muy joven su carrera política de la mano del histórico dirigente conservador Manuel Fraga, fundador del PP.
Casado con Elvira Fernández, “Viri”, y padre de dos niños, se define a sí mismo como un hombre de palabra, sensato y previsible, orgulloso de ser gallego y español.
Lector de novela histórica y aficionado a la música de los años setenta, es un gran aficionado al deporte, en especial al ciclismo y al fútbol, dos de sus grandes pasiones, junto a la de fumar puros.
A Rajoy le define especialmente su carácter gallego, su ironía y socarronería.
Desde que en septiembre de 2003 Aznar le nombrara su “sucesor”, el nuevo presidente del Gobierno ha pasado momentos difíciles, incluso dentro de su propio partido, donde muchos dirigentes cuestionaron su liderazgo tras perder los comicios de 2008 por segunda vez consecutiva frente al socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
Sin embargo, su capacidad de resistencia y el saber rodearse de un equipo fiel, junto a una crisis económica que ha socavado las fuerzas socialistas, ha hecho que ayer haya sido investido presidente del Gobierno, el sexto de la democracia española.
Ante el Parlamento, se ha comprometido a “decir siempre la verdad, aunque duela, sin adornos y sin excusas: llamar al pan, pan, y al vino, vino”, y recurrir al diálogo como base de su política. Belén Anca López/EFE