Hoy intentamos una visión con perspectiva arquitectónica –aunque sea a manera de “boceto”- de lo que puede esperarse para el próximo año 2012. Cayendo en la cuenta de que la idea es tan comprometedora como “jugar al futurólogo”, (ni cómo saber hablando de México y de un plazo tan corto), podemos ubicar cuando menos lo que sí se sabe desde ahora, finalizando con lo que quisiéramos para el año entrante y para el futuro de México naturalmente.
2012 es un año “último del sexenio”, y supuestamente no es el mejor para los arquitectos; no queda claro si es un mito, o no, o solo en parte, debido a que la construcción entra en un seudo “stand by” generado por el vértigo del año electoral. Las obras públicas entran en su etapa final, se tienen que inaugurar, y en estas condiciones es reiterativo olvidar que la arquitectura permanecerá, quedará allí.
Los proyectos nuevos tienden a esperar al siguiente sexenio y curiosamente estos nuevos proyectos generalmente son desconocidos o inesperados. Es mucho más que una lata: un problema político. La cota sexenal, y la atmósfera de que todo “va de nuevo” con el cambio de gobierno es algo que, por lo menos en nuestro país y en nuestro oficio definitivamente, afecta muchísimo. Nos obliga a ver todo con inmediatez, y por consiguiente con muy poca visión de largo plazo. El largo plazo son 6 años.
La asignatura que aparentemente “nace” blindada contra el ritmo sexenal, y que propongo como visión de futuro cercano por el momento es la sostenibilidad. Entendida –sintéticamente- como aquello que no compromete a las futuras generaciones, no puede verse con inmediatez, aunque sí con urgencia. Su nacimiento es una “caída del veinte” que nos obliga a vernos ahora como habitantes del planeta, y como mexicanos quedamos colocados en cierto grupo de países con papel preponderante dentro de la escena mundial.
Hoy en día vemos prácticamente al instante lo que se está haciendo en todas partes. Estamos interconectados, y esto enriquece y enloquece la producción de los arquitectos exponencialmente introduciendo nuevos peligros derivados de la globalización como reflejo de la revolución tecnológica.
Vemos lo que hacen en otras latitudes, digamos Finlandia, nos fascinamos, y lo reproducimos en la primera oportunidad de diseño que tenemos. Perdemos de vista que no somos finlandeses y que su clima y su luz poco tienen que ver con nosotros. Es un fenómeno que pasa todo el tiempo: nos deslumbrarnos fácilmente con lo que se hace en otras partes y tendemos a repetirlo equivocando muchas veces la “tropicalización” (entre los trópicos de cáncer y capricornio…) propia de nosotros.
En su brillante artículo (publicado en el suplemento Babelia número 100 de El País el pasado 22 de enero del presente) Norman Foster esboza el futuro de la arquitectura a partir de varios temas que, sin embargo, sí nos quedan a la perfección:
• El aumento masivo de la producción y el consumo de energía, como estrategia para mitigar las grandes diferencias socioeconómicas de las economías emergentes (nosotros estamos allí, junto con Brasil, China, India y Sudáfrica en el Grupo de los Cinco G-5) resulta inaplazable.
• Pensar en edificios que utilicen menos energía, produciendo cero carbono y cero residuos, o que inclusive la generen para devolverla a todos, no debería ser algo inalcanzable.
• Pensar en una dirección tal que apunte a la fusión entre infraestructura y arquitectura como propuesta al futuro de la ciudad y como solución a los “mega territorios” (propuesta y termino que define Foster como la construcción entre centros), debe ocuparnos ya de manera sostenida.
• El repensamiento de la periferia como factor de insostenibilidad por los continuos desplazamientos y consumo de gasolina, o la búsqueda de una mayor urbanización con menor consumo, es la tarea inevitable. Intentando traducir estas estrategias en vida cotidiana, podemos prever que, curiosamente, el auge que ha cobrado la sostenibilidad como moda, no es de gran ayuda.
Es mucho más que “ser verde”; se trata de cambiar nuestra forma de vida paulatinamente. Estamos apenas en un punto de inicio hacia dónde moverse. Una asignatura ingente que implica, además de lo dicho más arriba, reciclaje, uso del suelo, vialidad, trasporte, agua, o basura, en una nueva forma de trabajo interdisciplinaria que debemos desempeñar los arquitectos desde la necesaria moderación.
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