El Papa Benedicto XVI despidió hoy el año que concluye con un llamado a no angustiarse por la crisis, las injusticias y la violencia que azotan al mundo, durante una ceremonia pública en la Basílica de San Pedro.
La tarde de este sábado el líder católico presidió el rezo de las vísperas y el canto del “Te Deum”, el himno de agradecimiento por el final de 2011, ante personalidades eclesiásticas y civiles, entre las cuales destacó el alcalde de Roma, Gianni Alemanno.
“Otro año llega a su término, mientras que, con la inquietud, los deseos y las esperanzas de siempre, aguardamos uno nuevo. Si pensamos en la experiencia de la vida, nos deja asombrados lo breve y fugaz que es en el fondo”, dijo.
“Por eso, muchas veces nos asalta la pregunta: ¿Qué sentido damos a nuestros días? Más concretamente, ¿qué sentido damos a los días de fatiga y dolor? Esta es una pregunta que atraviesa la historia, más aún, el corazón de cada generación y de cada ser humano”, agregó.
Aseguró que la respuesta a esta interrogante se encuentra escrita en el rostro de un niño que hace dos mil años nació en Belén y que hoy es Cristo viviente, resucitado para siempre de la muerte.
“En el tejido de la humanidad, desgarrado por tantas injusticias, maldades y violencias, irrumpe de manera sorprendente la novedad gozosa y liberadora de Cristo salvador, que en el misterio de su encarnación y nacimiento nos permite contemplar la bondad de Dios”, apuntó.
Ponderó que gracias a Jesús no hay lugar para la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve; sino que es el momento de confiar infinitamente en Dios, que ama a los hombres y orienta su vida, en espera de su retorno definitivo.
Según el Papa, desde que Cristo descendió del cielo, el hombre ya no es más esclavo de un tiempo que avanza sin un por qué o que está marcado por la fatiga, la tristeza y el dolor.
“El hombre es hijo de un Dios que ha entrado en el tiempo para rescatar el tiempo de la falta de sentido o de la negatividad, y que ha rescatado a toda la humanidad, dándole como nueva perspectiva de vida el amor, que es eterno”, indicó.
“Las jóvenes generaciones, que acusan más la desorientación agravada además por la crisis actual, no sólo económica sino también de valores, tienen necesidad sobre todo de reconocer a Jesucristo como la clave, el centro y el fin de toda la historia humana”, estableció.
Como viene ocurriendo en las celebraciones de la Basílica de San Pedro, Benedicto XVI ingresó a bordo de la plataforma móvil, un aparato de ruedas y manubrios que le permite evitar la fatiga de caminar más de 100 metros a lo largo del templo.
“Con el alma llena de gratitud nos disponemos a cruzar el umbral del 2012, recordando que el Señor vela sobre nosotros y nos cuida. Esta tarde queremos confiarle a él el mundo entero. Ponemos en sus manos las tragedias de nuestro mundo y le ofrecemos también las esperanzas de un futuro mejor”, externó.
Durante la celebración agradeció el regalo de un cáliz donado por el alcalde de Roma y al finalizar la misma se trasladó hasta la Plaza de San Pedro para visitar el Nacimiento gigante instalado allí.