Un problema del cambio de nacionalidad, sobre todo cuando éste implica defender en cualquier ámbito masivo a la nueva patria, es que difícilmente se aceptará al naturalizado como propio en el nuevo sitio y que difícilmente seguirá siendo querido en el antiguo.
Por supuesto que tratándose de futbol y en particular de un delantero, el esencial factor para aceptar al nuevo compatriota son goles antes que sentimientos: si ama la camiseta, si juró la constitución con orgullo, si entona apasionadamente el himno, si canta rancheras con sombrero y zarape, muy bien, todo suma y se agradece… Pero que meta goles, porque de lo contrario se le recordará a cada instante su lejana procedencia, se reparará de nueva cuenta en su distinto acento, se le reprochará estar ocupando el sitio perteneciente a un local.
Y ahí tenemos a Guillermo Franco, un tipo que fue mediática y popularmente linchado durante junio del 2010, porque quiso el destino que el técnico Javier Aguirre le prefiriera por encima de Javier Hernández durante el Mundial de Sudáfrica.
Pocas veces el tiempo ha acomodado con tanta claridad las cosas, pues a escasos meses de dicho torneo Chicharito ya era figura en Manchester y Guille se perdía entre lesiones y contados minutos de cancha, pero ese no es el tema; a lo que nos referimos es al trato que se brindó a un tipo al que se podrán reprochar muchos o pocos males futbolísticos, pero, que se sepa, ninguno personal.
¿Recuerdan frases como “desnaturalícenlo”, o blogs como “odio a Guille Franco”, o montajes con insultos homofóbicos, o actos tan vergonzosos como ver al entonces director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, Miguel Gómez Mont, agrediendo o insultando a la esposa del futbolista?
Guille fue la catarsis perfecta para un pueblo harto de frustraciones mundialistas y en un momento de humor social tenso. El seleccionador se aferró a él y su papel era jugar cuando así le fuera indicado.
Ahora, ya en la parte final de su carrera y tras años poco exitosos en las ligas de España, Inglaterra y Argentina, se anuncia que retornará a México para jugar con el Pachuca.
¿Qué le aguarda? En el mejor de los casos, el recuerdo permanente de lo que se esperó en vano de de él en dos Mundiales; en el peor, el recuerdo permanente de que no es de aquí.
Y en el fondo, una declaración que le escuché decir a un periodista argentino durante el Mundial 2006: “uno no elige dónde nacer, pero uno elige dónde ser”… Siempre y cuando los goles y el éxito deportivo ayuden al naturalizado a ser ahí dónde eligió.
@albertolati