Con la declinación de Mario Delgado para suceder a Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno del Distrito Federal se quedó con sólo dos cartas a jugar dentro de la izquierda y de cara a la elección en la capital federal en julio próximo. Ebrard tendrá que decidir entre la líder de la Asamblea de Representantes, Alejandra Barrales, y el procurador Miguel Ángel Mancera, a quién desea como candidato, y evitar que grupos no afines a él le arrebaten la candidatura.

 

Delgado fue una pérdida importante para Ebrard, quien desde hace un año lo consideraba como su aspirante más fuerte a sucederlo. El problema, como lo reconoció el propio secretario de Educación capitalino, es que no figuraba con fuerza en las encuestas de preferencia electoral, que al ser el método central para definir la candidatura, lo colocaba en una situación débil y con altas probabilidades de derrota.

 

Ebrard tuvo durante todo este tiempo como su segunda opción a Barrales, con quien trabajó varias de las iniciativas de ley que convirtieron a la ciudad de México en una de las más liberales del mundo, y reconocida como tal en el extranjero, mientras que Mancera no figuraba en el radar hasta hace menos de cuatro meses, donde la presencia del procurador comenzó a registrar positivamente en las encuestas de preferencia electoral y cuya imagen lo convirtió en un candidato natural a la jefatura de gobierno.

 

La decisión sobre quién es su candidato es fundamental para mantener su proyecto político y sus propias aspiraciones tras terminar su gestión en diciembre próximo. Ebrard tiene el respaldo del precandidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien lo superó en una encuesta por la nominación, y quien a cambio del reconocimiento del actual jefe de gobierno de su derrota, dijo que él era quien debía de proponer al candidato que llevará la izquierda a contender por el gobierno capitalino.

 

La ausencia pública de señales de Ebrard en torno a quién sería su candidato, ha provocado confusión dentro de la izquierda, donde distintos grupos políticos, algunos de ellos antagónicos al propio jefe de gobierno, presentaron sus aspirantes a la nominación.

 

Este jueves se registró el senador Carlos Navarrete, miembro de Nueva Izquierda, la corriente que controla el aparato burocrático del PRD y que pese a ser aliado táctico de Ebrard, no forma parte de su proyecto estratégico de largo plazo, que es mantener el poder en la ciudad de México y construir una futura candidatura presidencial para 2018. También se registró el diputado Gerardo Fernández Noroña, ex perredista y hoy miembro del PT, muy cercano a los grupos fieles a López Obrador que son antagónicos a Ebrard.

 

El miércoles se registró Barrales y el ex secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, cercano a López Obrador, y con quien terminó muy mal la relación con Ebrard. Batres, junto con Barrales y Mancera, se encuentra entre los mejores posicionados de la izquierda, seguidos de cerca por el propio Navarrete. Otros miembros de la izquierda social, no cercanos a Ebrard, como el secretario de Trabajo, Benito Mirón, decidirá si se registra o no este sábado, lo que hará igualmente Joel Ortega, ex secretario de Seguridad Pública, con quien el jefe de gobierno mantiene una muy fría relación.

 

La ambigüedad que mostró públicamente Ebrard sobre el respaldo a un candidato, generó la proliferación de aspirantes a la candidatura y tensó las relaciones dentro de la izquierda. Asimismo, llegó a otras corrientes con influencia en la capital federal, como Izquierda Democrática de René Bejarano, a comenzar a negociar con distintos aspirantes cuotas de poder a cambio de respaldo político y electoral.

 

El registro de candidatos termina el domingo, cuando Mancera reiteró este jueves que se inscribirá. No se sabe si Ebrard ha hablado con Mancera o Barrales para expresarles su apoyo en la candidatura, y sólo trascendió el miércoles que por no figurar en las encuestas, había solicitado a Delgado retirarse de la contienda, lo que sucedió ayer.