Se nos ha dicho hasta la saciedad que la paridad del peso frente al dólar la determina libremente las fuerzas del mercado. Que todos los días la oferta y demanda de dólares es la que fija su precio al que usted o yo compramos o vendemos dólares en las casas de cambio del país.

 

Esta es una verdad a medias. La realidad es que en el mercado cambiario mexicano intervienen diversos factores que afectan la determinación del precio del dólar, más allá de la sola oferta y demanda del mercado.

 

Diríamos que estos factores ‘extra-mercado’ –decididos por las autoridades financieras y por las políticas- acotan la determinación del precio de la divisa estadounidense en México induciéndolo hacia un nivel previamente deseado. Es lo que se llama ‘flotación sucia’.

 

Aquí no hay espacio suficiente para describir cada uno de estos factores a los que me refiero, pero le doy un solo ejemplo de uno de estos factores extra-mercado que inducen el precio del dólar en México: el Presupuesto de Egresos de la Federación.

 

Resulta que en cada negociación anual que realiza el Ejecutivo Federal y el Congreso sobre el monto y reparto del gasto público, una de las variables más importantes que discuten es precisamente el pronóstico del tipo de cambio para el siguiente año.

 

La razón de por qué los legisladores de todos los partidos políticos ponen tanta atención en la paridad cambiaria que se utilizará en el reparto del gasto para el siguiente año, es porque el tipo de cambio determinará teóricamente cuántos pesos ingresarán a las arcas fiscales producto de las cuantiosas exportaciones petroleras. Y claro, si el tipo de cambio es mayor, también mayores serán los ingresos en pesos para gastarse.

 

Es fácil entender que para el reparto del gasto público que tanto interesa a los legisladores, no es lo mismo vender casi 500 millones de barriles de petróleo por año, a 90 dólares promedio por barril, con un tipo de cambio estimado a 12.50 que a 12.80 pesos por dólar. Evidentemente que a esta última paridad ingresarán más pesos para distribuirse y gastarse.

 

El asunto es que una negociación con estos incentivos tan distorsionados, provoca que la secretaría de Hacienda se vea obligada a comprometerse a un gasto con un tipo de cambio determinado (de 12.80 pesos por dólar para 2012) lo que le incentiva a ‘ponerle piso’ a la paridad cambiara promedio durante el año. De no hacerlo así, Hacienda tendría que buscar recursos fiscales adicionales para cubrir estas obligaciones de gasto ya comprometidas.

 

En otras palabras, la negociación presupuestal con el legislativo –tal y como está establecida hoy en día- supone una serie de incentivos negativos que distorsionan el mercado de cambios, porque el secretario de Hacienda –quien preside la Comisión de Cambios- se ve tácitamente obligado a ‘meter mano’ a la política de libre flotación cambiaria y ‘ponerle piso’ al precio del dólar.

 

Por eso es que –más allá de las condiciones del mercado cambiario- en 2012 veremos un tipo de cambio promedio superior a 12.80 pesos por dólar, que fue el tipo de cambio estimado que establecieron los legisladores en el Presupuesto de Egresos de la Federación.

 

Así, la negociación política también ensucia la llamada ‘libre flotación del peso’.

 

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