Dicen que caminaba raro, diferente, como esas señoritas que tienen el cuerpo bien moldeado y lo saben. A menudo usaba trajes blancos que ofendían con su brillo la mirada de sorpresa de los tímidos, principalmente de los líderes de Washington que no imaginaban algo más allá del negro o el café. No se casó. Murió y le heredó ropa y dinero a sus empleados. A su amigo más cercano, Clyde Tolson, le dejó sus propiedades y sus dos perros. La mayoría de sus secretos, que guardaba en cuadernos, fueron destruidos por un equipo de agentes especiales, unas horas después de que se certificó su fallecimiento. Todo, incluso esos libros que guardaban poesía escrita por él, desaparecieron. Lo demás, fotos, recuerdos y reconocimientos que acumuló a lo largo de sus 77 años de vida, están guardados en cajas o son exhibidos en Estados Unidos como prueba de que existió y fue muy importante para su país. Son prueba de que esa nación tiene historia y él es parte de ella.

 

De acuerdo con los archivos que guarda el gobierno de Estados Unidos y que ha ido desclasificando a partir de solicitudes de información de ciudadanos ansiosos por conocer sus secretos, John Edgar Hoover vivió para combatir el crimen, luego de una larga carrera de esfuerzo personal que lo llevo a estudiar y trabajar al mismo tiempo, mientras que hacía crecer con sus ideas una de las agencias de contraespionaje y control más poderosas del planeta: el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).

 

Durante décadas la vida privada de Hoover ha sido un misterio muy bien guardado. Y cómo no, fue uno de los fundadores del FBI y estuvo al frente de ese grupo 48 años, lo suficiente para obedecer las órdenes de ocho presidentes de Estados Unidos, o de hacerlos entender que él era el dueño de los secretos que se intercambiaban por favores, por control o silencio.

 

Sus agentes, conocidos como G-men (algo así como hombres del gobierno), inicialmente fueron retratados en la prensa como ángeles guardianes que velaban por la seguridad de los estadunidenses. Comenzaron controlando a los ladrones de bancos y poco a poco fueron creando una estructura que justificaban con amenazas de bomba de radicales que odiaban a la potencia o gángsters que amenazaban la paz de los suburbios. incluso durante la Segunda Guerra Mundial, recuerdan los recortes de prensa, acabaron con saboteadores y agentes nazis que trataban de alterar el orden establecido en América.

 

Hoover perdió su poder en 1972, hasta que un problema del corazón le impidió seguir dando órdenes, a los 77 años de edad.

 

Era considerado el experto número uno de Estados Unidos en actividades subversivas. El maestro del contraespionaje. Un fantasma que se movía todo el tiempo al lado de Clyde Tolson, su alto, guapo e incondicional asistente. El hombre que se quedó con la pequeña fortuna que amasó en el FBI y que murió tres años más tarde que él, también solo, dejando todo a sus empleados y despertando un pleito legal entre ellos y su hermano, a quien no le dejó nada. Ni un mensaje de despedida.

 

FBI

El Buró Federal de Investigaciones se creó en 1908, durante la presidencia de Theodore Roosevelt. En un principio se trató de una división de agentes especiales, que realizaba operaciones secretas, o encubiertas, principalmente con fines de control político.

 

Hoover, de acuerdo con los archivos del FBI, escribió una y otra vez su propia biografía, la historia oficial que ofrecía a los medios como contexto para que contaran su vida. Siempre empieza igual: “Nació en Washington DC el 1 de enero de 1895. Después de completar la preparatoria, comenzó a trabajar en la Biblioteca del Congreso y tomaba clases en la escuela de leyes de la Universidad George Washington…”. Continúa diciendo que terminó como experto en leyes mientras ya estaba laborando en el Departamento de Justicia, en donde ascendió rápidamente. En 1918 era asistente del procurador general y poco después, en 1921, fue enviado el FBI. Tres años después, el 10 de mayo de 1924, comenzó a dirigir ese grupo.

 

El 8 de agosto de 1941, el FBI archivó un texto que escribió Hoover en The Washington Times Herald. En la época en que más críticas recibía su administración. Desde el norte y el sur de EU llegaban cartas, de políticos principalmente, que pedían su destitución. Consideraban que había convertido el Buró en una máquina de destrucción, en un servicio de inteligencia particular, que no tenía conexión con las agencias de policía de toda la nación y que generaba fuertes críticas entre la sociedad, por escándalos que cometían sus agentes. Incluyendo a su director, de quien decían era un homosexual que obedecía a la mafia porque tenían pruebas contra él. Incluso afirmaban que había fotos de orgías en las que participaba.

 

En “Esa gente encantadora”, como se llamaba su artículo, dice que comenzaron en 1908 con 35 empleados que trabajaban fuera de Washington. Más de seis mil agentes y trabajadores al servicio de su país controlaba en ese momento. Recordaba que a partir de un secuestro en 1932, les habían solicitado actuar en esos delitos, porque los resolvían con efectividad, prueba de ello eran 202 casos resueltos.

 

En 1934 comenzaron a investigar robos de bancos, lo que disminuyó considerablemente la incidencia de estos delitos. También destacaba que desde las hostilidades que vivían internacionalmente, habían comenzado a perseguir espías y agentes de naciones enemigas.

 

“El espionaje es tan viejo como el hombre. El contraespionaje necesita mayor ingenio que el espionaje”, escribió.

 

Todo lo anterior, recordó, eran viejas amenazas. Él presumía el uso de la ciencia para combatir el mal, como el uso de archivos con huellas dactilares para fichar a los delincuentes, técnicas de criptografía para descifrar mensajes y una preparación profesional de los agentes que sorprendería al más preparado.

 

Algunos de sus investigadores, presumía, eran capaces de hablar, leer o escribir en 20 diferentes idiomas.

 

“Cualquier negocio, ocupación y profesión está representada entre los agentes del FBI, incluyendo aviadores, banqueros, vaqueros e incluso hipnotistas. Todos los agentes especiales están entrenados en leyes o contabilidad, o son graduados universitarios, con cualidades especiales de lenguaje o amplia experiencia en la investigación”.

 

Conjeturas

Los rumores acerca de las preferencias sexuales de Hoover parecían sepultados con su muerte, hasta 1993, cuando el periodista de la BBC, Anthony Summers, publicó una biografía de este poderoso personaje, Official and Confidential: The Secret Life of J. Edgar Hoover. Basado en el testimonio de Susan Rosenstiel, cuarta esposa del presidente de Schenley Industries, una empresa de licores ligada a la mafia, revela que la cabeza del FBI era travesti.

 

En 1958, dice Rosenstiel, ella y su esposo fueron a una fiesta a un hotel en Nueva York, donde conocieron a Hoover, quien fue presentado como “Mary” y lucía un entallado vestido negro, peluca, ligueros y tacones altos.

 

Ex empleados de la CIA fueron muy críticos con el autor y defienden a Hoover. Justifican, sin embargo, que durante la época en que mandaba se creía que la homosexualidad era un pecado, muy castigado por la sociedad. Recuerdan que era imposible ser gay y trabajar para el gobierno federal o el ejército, incluso, si algún funcionario era visto en público con un homosexual, eso podía lastimar su carrera profesional.

 

Lo cierto es que entre los cientos de archivos que guarda el FBI, la CIA y el Departamento de Estado, entre otros, acerca de la vida y trabajo de Hoover, hay pruebas de que le gustaba viajar a todos lados con su asistente, Clyde Tolson. Está documentado, por ejemplo, un viaje que hicieron a Miami, Cuba y otras hermosas playas, argumentando trabajo y placer. Los acompañaba un guardia y no justificaban su presencia en destinos paradisiacos, en los hoteles más lujosos y los restaurantes de moda. Sólo pedían discreción a los funcionarios, además de todo el apoyo de las embajadas de EU en los lugares que pisaban tras aterrizar su avioneta.

 

Cierto es también que entre todas las fotos de la oficina de Hoover, resaltaba una de un Clyde muy joven, pintando en medio de un hermoso paisaje estadunidense.

 

Casi todo lo demás son conjeturas.