Recuperar los brazos, las manos o las piernas está en la mente de casi todos quienes han perdido sus extremidades. Un equipo de cirujanos mexicanos está a punto de convertir esta idea en una realidad.

 

En el primer semestre de este año, el Tlalpan Team, conformado por unos 60 médicos de diversas especialidades, espera realizar con éxito lo que sería el primer trasplante de brazos en México y en Latinoamérica.

 

El trasplante de tejido compuesto –manos, brazos, piernas, cara y abdomen–, es una de las cirugías más complejas, ya que involucra la reconexión de piel, músculos, huesos, arterias y nervios de la extremidad al cuerpo del paciente receptor.

 

Desde 2005, médicos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán trabajan en el protocolo y los procedimientos para realizar la primera operación de este tipo. Martín Iglesias, jefe de Cirugía Plástica del instituto y coordinador del equipo, precisó que participan alrededor de 60 personas, desde aquellas quienes procuran las extremidades, enfermeras, cirujanos, anestesiólogos, psicólogos, trabajadores sociales, ortopedistas, infectólogos, camilleros, choferes de ambulancias, hasta estudiantes de medicina.

 

Después de varios años de pruebas y trabajo coordinado, lo único que falta es encontrar al donador. Esto, luego de que el año pasado se presentó el primer candidato receptor, quien cumple con lo establecido en el protocolo.

 

En busca del donador

Encontrar al donador idóneo no es fácil. Debe cumplir con la compatibilidad de sangre, pero también con características físicas muy específicas: tener aproximadamente la misma edad; peso, talla y color de piel, además de no estar tatuado ni tener cicatrices grandes.

 

“El tiempo de espera promedio en cualquier país es de ocho años, y no es que la lista de espera sea muy grande como en el caso de riñón. La lista de espera es corta (hay cuatro candidatos), pero las exigencias que debe llenar cada donador son muy especificas, de manera que el universo se reduce”, indicó Iglesias.

 

El equipo médico reconoce que ha habido voluntad para donar, aunque en ocasiones la gente desconoce los procedimientos. “No importa si el paciente es donador y tiene su tarjeta. La familia decide al final y son con quienes estamos hablando para explicarles nuestro trabajo”, señaló Julián Díaz, uno de los estudiantes de medicina que ofrece pláticas para estimular la donación.

 

Como todos los programas que inician, el Tlalpan Team se enfrenta a la falta de recursos. El equipo no cuenta con subsidios gubernamentales y esto obliga al paciente a solventar los gastos, que ascienden a más de 200 mil pesos por la cirugía y los estudios, más el costo de los inmunosupresores –medicamentos que se toman de por vida para evitar el rechazo del miembros implantado–, que es de hasta 50 mil pesos al mes.

 

Aun con la limitante económica, el médico reconoce que el primer acercamiento con las autoridades sanitarias fue positivo. La Secretaría de Salud modificó la Ley General de Salud para permitir que las extremidades fueran parte de las donaciones, y a la hora de amputarlas al donador no se considerara un delito por mutilación de cadáveres.

 

Con estos avances, los médicos del equipo sólo esperan la llamada del Centro Nacional de Trasplantes, que les avise que ya existe un donador. La logística está lista para estos primeros seis meses del año, pero si no se logra “no pasa nada, la rediseñamos para los próximos seis meses”, aclaró Iglesias.

 

 

Pedro, en espera del donador

 

Pedro Martínez sonríe cada vez que se le pregunta cómo se siente al saber que pronto recuperará la parte de sus brazos que perdió hace un año en un accidente.

 

“Estoy emocionado, aunque a veces me preocupa lo que pueda pasar. Conozco las ventajas y las desventajas de esto, pero el que no arriesga no gana”, respondió el hombre de 53 años, quien trabajaba como perito en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).

 

Apenas el 4 de enero de 2011 perdió las dos extremidades –desde el antebrazo hasta la mano-, mientras revisaba un trabajo de construcción en el techo de su casa. “No toqué los cables –de luz-, pero hice tierra y me hizo el arco cónico, la corriente brincó y no recuerdo nada más, hasta que desperté en el hospital”.

 

Los médicos intentaron sin éxito salvarle los brazos. A las tres semanas las quemaduras obligaron a amputarle los brazos, desde el codo hasta la mano.

 

Un mes después de abandonar el hospital sus compañeros de trabajo lo recomendaron al Instituto Nacional de Nutrición, donde conoció al doctor Martín Iglesias. Tras una revisión exhaustiva, Pedro fue seleccionado como candidato para el trasplante.

 

Tuvo suerte. A los 10 meses de su accidente encontró a un donador, pero la cirugía no se concretó. “Estaba arreglando mi situación laboral y tampoco tenía el dinero, por eso no lo hice”.

 

Aún no cuenta con los recursos suficientes para solventar la cirugía, pero se dice listo para recuperar sus brazos. Lo único que lamenta es que tendrá que abandonar por un tiempo la carrera de derecho que estudia los sábados en el sistema abierto. “Yo ya era contador por el Politécnico, pero quería estudiar derecho por mi trabajo en la procuraduría. Ni modo, cuando esté la operación les avisaré y me daré de baja temporal”.

 

Pedro tiene no sólo el respaldo de su familia, que incluso se involucra ya en el tema de la donación, y la PGJ le ofreció regresar a sus labores con su sueldo. Además, una fundación podría financiar la operación; sus vecinos lo ayudan con el transporte y el ISSSTE, que está al pendiente de su caso, podría garantizarle los inmunosupresores de por vida.

 

Con este respaldo, Pedro decide arriesgarse a la operación en el afán de recuperar aquello que el destino le quito. “Yo no lo estaba buscando, pero pasó y ahora se me presenta la oportunidad. Tengo mucha fe en que todo va a salir bien y ya nada más estamos a la espera de que nos llamen”, expresó Pedro.

 

 

 

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