Era claro que para cuando ocuparon sus lugares ante el atril para iniciar el debate ya cada uno sabía quién iba a seguir en la pelea y quién iba a declinar y por quién.

 

Incluso, Carlos Navarrete quiso retirarse de la contienda minutos antes de comenzar el debate, pero lo convencieron de participar y no fue sino hasta la tarde que hizo el anuncio de su declinación.

 

Pero durante su participación, lanzó tantos elogios a Andrés Manuel López Obrador que más parecía querer despejar el pasado para evitar algún veto. Pero ni así se libró el senador de un buen obús de parte de Gerardo Fernández Noroña, porque cuando jugueteaba el petista con los nombres de aquellos a quienes invitaría a su gabinete, al mencionar el nombre del guanajuatense agregó una observación:

 

“Sólo le pediría que honrara el acuerdo de no reconocer a quien ha usurpado la Presidencia de la República”.

 

De hecho, de no haber sido por Noroña, el debate entre los de izquierda habría dormido hasta a sus participantes.

 

Otros dos fuera de la jugada eran Joel Ortega y Martí Batres. Ambos mostrarían sus resentimientos a lo largo de sus intervenciones. La diferencia entre ellos es que Ortega subiría al podio con una expresión de enojo y asco en el rostro; en tanto que Batres no abandonaría la sonrisa de muñeco de ventrílocuo.

 

Los dos atacarían a Miguel Ángel Mancera con indirectas, unas veces veladas y otras no tanto. Martí alegaba algo así como derecho de antigüedad -él se llamaba a sí mismo el “candidato natural de la izquierda”- y para ello hasta mostró sus credenciales de cuando perteneció al PSUM y ahora al PRD. Joel, a su vez, alegaría que su trayectoria lo avalaba y sostendría que “esta ciudad no está para improvisaciones”.

 

Curiosamente, quien salió al quite de Mancera fue Navarrete, espetándole a Batres que no se requería tener credencial para tener una visión de izquierda.

 

La verdadera pelea era, pues, entre Alejandra Barrales y Mancera. Pero ahí, ambos se atrincheraron lo mejor que pudieron.

 

Barrales ocupó sus tres rondas en repetir su plan 20/12 -¡aburrió a todos!-, no tuvo el mínimo sentido del tiempo y su voz parecía diluirse en el salón. Sólo al final lanzaría una interrogante con voz aplomada para quienes habrán de decidir a su futuro jefe de Gobierno: “¿Izquierda? ¿O izquierda artificial?”.

 

Mancera tampoco las traía todas consigo -se le notaba tenso, envarado-, pero a la lectura de sus propuestas resultó más atractivo que su adversaria. Sólo habría que anotarle al candidato ciudadano un comentario que no pocas críticas se llevó a posteriori. Cuando él mismo explicó por qué sí era de izquierda, y citó como argumentos el hecho de haberse formado en escuelas oficiales, el haber tomado el metro y microbuses…

 

Testigos del debate eran, en primera fila, Dolores Padierna y Manuel Camacho Solís. Pero otro personaje, ubicado también en el Hilton pero en un espacio menos visible, seguía puntualmente cada gesto y cada palabra. Era René Bejarano. Ya para entonces sabía que Navarrete (léase Los Chuchos) declinaría por Barrales. Eso aceleraría y consolidaría su definición.

 

Al salir del hotel, Bejarano simplemente diría: “Esta noche definimos!”.

 

Su posición, lo sabía, daría el triunfo a uno u otro.

 

Gemas.- Obsequios de Noroña: “Si Peña Nieto hubiera tenido una abuela como la mía, habría leído…”, “Si de debates se tratara, ¡yo debería ser el candidato!”, “Algunos de nosotros traemos tanta historia que ya deberíamos estar pensionados”.

 

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