Tenemos que hablar de Kevin es una genial provocación que dinamita, sin misericordia alguna, todos los mitos y preconcepciones creadas alrededor de la maternidad. Kevin no sólo cuestiona esa mirada condescendiente y purificadora del hecho de traer hijos a este mundo, sino que dibuja la tétrica posibilidad de que aquello se vuelva una auténtica pesadilla.

 

En esta cinta el ser madre no es una bendición ni un acto gozoso, sino que se transforma y revierte en un hecho de angustia perpetua, donde Eva (una extraordinaria y perfectamente oscareable Tilda Swinton) vive una tremenda culpa que jamás la abandonará: nunca estuvo en sus planes embarazarse y por ende no quiere a su hijo. El problema, además, es que el sentimiento es mutuo.

 

La pesadilla tiene nombre y se llama Kevin. El salón de la fama de los grandes villanos del cine tiene un nuevo integrante. La aversión que Kevin profesa hacia su progenitora surge desde pequeño, cómo si desde el vientre Eva le hubiera transmitido ese pesar por su embarazo. La culpa o el deber llevan a Eva a educar y cuidar lo mejor que puede a su pequeño, mientras él actúa de manera mezquina y auténticamente desagradable. ¿Cómo educar a ese pequeño monstruo que en el fondo odiamos?

 

Dirigida con gran solvencia e imaginación, la directora escocesa Lynne Ramsay narra la historia cual si se tratase de un viaje onírico que poco a poco derivará en una experiencia repulsiva. Con inevitables e innegables referencias al cine de terror (la cortina del inicio de la cinta como el velo de la cuna en Rosemary’s Baby, detrás de ellos yace el terror máximo), Ramsay logra una cinta provista de grandes tomas que contraponen el sonido con la imagen (el gran manejo del color rojo en toda la cinta) creando sensaciones de inquietud, ansiedad, angustia y repulsión. Desde Irreversible (Noé,2002) no veíamos una cinta tan perturbadora como esta.

 

Los excesos de estilo son plenamente justificables: esto no se trata de una película sobre Kevin o sobre la génesis de un sociópata; él es el pretexto para abordar a Eva y experimentar su angustia, su culpa, su vivir estando muerta.

 

El mejor recurso cinematográfico de esta cinta se llama Tilda Swinton. Su actuación, magnética, precisa y siempre vulnerable; cautiva, impresiona y convence. El arte de Tilda se esconde en los minúsculos recovecos del detalle: en una mirada, en una mueca, en un tic nervioso. Conforme pasa el tiempo nos contagia su angustia. Sin Tilda Swinton no habría película.

 

Tenemos que hablar de Kevin se despliega desde el primer minuto como una bomba en conteo regresivo, la tensión va in crescendo, las imágenes se suceden una a una de manera en apariencia caótica pero con el cálculo de crear un efecto en el espectador. Una cinta tan incómoda como extraordinaria.

 

Después de ver Kevin, muchas lo pensarán dos veces antes de embarazarse.

 

We need to talk about Kevin (Dir. Lynne Ramsay, 2011)

5 de 5 estrellas.

 

Guión: Lynne Ramsay y Rory Kinnear; basado en la novela de Lionel Shriver, Producción: Jennifer Fox, Luc Roeg y Robert Salerno. Fotografía: Seamus McGarvey. Edición: Joe Bini. Con: Tilda Swinton, John C. Reilly, Ezra Miller, Jasper Newell, entre otros.

 

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