ROMA. El caos y la desorganización reinaron el desalojo del crucero Costa Concordia, encallado el viernes frente a la isla italiana de Giglio, refirieron los mexicanos Jorge Iñiguez y su esposa Olga Velarde, quienes se encontraban de luna de miel en la nave.
“Nunca se supo, ni se vio al capitán. Nunca habló con los pasajeros, ni tomó iniciativas. Escapó del barco”, declaró Iñiguez en un hotel de Roma al que fueron llevados los supervivientes tras el naufragio.
“Estabamos cenando cuando sentimos una gran vibración, como si el barco chocara con algo; luego comenzó a ladearse, volaron platos y objetos y los meseros se cayeron al piso”, dijo.
Comentó que tras el susto inicial, los pasajeros se tranquilizaron porque la tripulación les informó que se trataba simplemente de un problema con el generador eléctrico.
Pero, añadió, el tiempo pasaba y el barco se inclinaba cada vez más, por lo que al lado de su esposa y de cientos de personas salió a la cubierta, donde reinaba el caos y la desorganización.
“Nos dejaron esperando mínimo dos horas antes de poder subir al bote salvavidas. Había un cocinero filipino, que no hablaba inglés, ni italiano, que no dejaba subir a nadie y amenazaba con golpear a los pasajeros que lo intentaran”, refirió.
Dijo que más de 150 personas hacían fila para subir a esa lancha, a la que finalmente pudieron acceder luego de que otro miembro de la tripulación, aparentemente italiano, salió y a gritos ordenó que les permitieran subir.
“Al final nos dimos cuenta que la tripulación no sabía ni siquiera usar el radio para comunicarse. El encargado de guiar el bote casi nos estrella contra el crucero, por lo que un pasajero debió tomar el mando y llevar la lancha a tierra”, comentó.
La pareja, originaria de Guadalajara, había apenas abordado ese día el crucero en el puerto italiano de Civitavecchia y no recibió ninguna instrucción, ni ninguna capacitación sobre la manera en la cual comportarse en caso de emergencia.
“Nos sentíamos confundidos, hacia mucho frío y salimos sin siquiera poder agarrar una chamarra, ni pasaportes, ni dinero, ni nada”, resaltó Iñiguez.
Informó que vieron a un hombre con una gran herida en la cabeza, aparentemente causada por una de las cuerdas que sostenía a la lancha salvavidas.
“Había además un español con la nariz fracturada y en tierra vimos como transportaban el cadáver de una mujer, aparentemente filipina. Dijo no saber en que isla fueron bajados antes de poder abordar (luego de instrucciones contradictorias) un ferry que los llevó a tierra, donde ya había más organización, además de decenas de ambulancias, socorristas y las fuerzas del orden.
“Lo primero que hicieron fue darnos una cobija, porque estábamos muriéndonos de frío. Mínimo habremos llegado a tierra a las 5:30 horas locales”, indicó.
Pero dijo que la compañía Costa Crociere, propietaria del crucero, no ha querido asumir su responsabilidad y no ha confirmado si serán indemnizados o podrán recuperar sus pertenencias.
Tampoco permite a los pasajeros traslados a Roma quedarse algunos días más en esa ciudad.
Según las autoridades, el accidente fue causado por un error humano, por lo que la fiscalía de la central ciudad de Grosseto, Toscana, ordenó el arresto del capitán, Francesco Schettino, acusado de homicidio culposo, naufragio y abandono de la nave.
A bordo del Costa Concordia viajaban más de cuatro mil 200 personas, entre pasajeros y miembros de la tripulación.
Al cierre de esta edición, tres personas -dos viajeros y un miembro de la tripulación- fueron rescatados con vida, 36 horas después del siniestro, a la vez que fueron localizados los cadáveres de un español y un italiano, lo que eleva el número de fallecidos a cinco.
Más de un centenar de bomberos y decenas de buzos continúan la carrera contra el tiempo para intentar localizar a las 15 personas que siguen dadas por desaparecidas.