Con el anuncio de la acción penal en contra de dos policías ministeriales de Guerrero, como presuntos autores de los disparos que mataron a los normalistas Gabriel Echeverría y Jorge Alexis Herrera, se desenreda una parte de la madeja que se esconde detrás del caso de la normal rural de Ayotzinapa, donde una mezcla de demandas legítimas de los estudiantes e intereses y venganzas entre políticos hicieron de éste un coctel explosivo.
La cabeza del gobernador Angel Heladio Aguirre Rivero quiso ser puesta en la picota por este caso en el que, tanto los policías federales a cargo de Genaro García Luna, como los agentes ministeriales de Guerrero, violentaron la ley y los protocolos de seguridad al presentarse con armas de alto poder a tratar de disolver una manifestación social y, según la CNDH, al accionar ambas policías esas armas con disparos de balas para dispersar a los estudiantes.
A un mes exacto de que ocurrieron aquellos hechos, y tras el informe de Derecho Humanos que apuntó a los policías estatales como los que dispararon contra los estudiantes muertos, la Procuraduría de Guerrero aceptó la presunta culpabilidad de los ministeriales y pidió ayer la acción penal en contra de los agentes Ismael Matadama y Rey David Cortés Flores, acusados de homicidio en contra de los dos jóvenes normalistas.
En la parte jurídica y de las investigaciones, salvo lo que digan los jueces de las pruebas que presente el MP guerrerense contra los policías ministeriales, el tema quedaría casi resuelto; pero en la parte política hay muchas cosas que irán saliendo a la luz sobre el caso de Ayotzinapa y el intento de desestabilización política y de tirar abiertamente al gobierno de Guerrero que se asomó detrás de la movilización estudiantil.
Aguirre Rivero dejó muchos resentimientos y enemistades políticas cuando en 2011 decidió darle la espalda al PRI, en el que hizo toda su carrera política, para volverse abanderado del PRD a la gubernatura. El ex gobernador interino se enfrentó así a quien fuera su mentor político, Rubén Figueroa, y a todos los grupos priistas que ya se veían de regreso en el Palacio de Gobierno de Chilpancingo, entre ellos Manlio Fabio Beltrones y su pupilo Manuel Añorve.
De “traidor y desleal” fue lo menos de lo que acusaron a Aguirre los priistas cuando les dividió el partido llevándose con él a un importante número de alcaldes y diputados locales tras su renuncia en los pasados comicios. Esas facturas le aparecieron al hoy gobernador detrás de la movilización de estudiantes de Ayotzinapa con los que había mantenido un diálogo desde que llegó al gobierno.
Pero las priistas no fueron las únicas manos que agitaron las aguas políticas de Guerrero. Un par de semanas antes del incidente de Ayotzinapa, el gobernador fue visto en un restaurante del DF sentado en una mesa con Enrique Peña Nieto. El diálogo amistoso con el precandidato presidencial del PRI fue consignado en columnas y se habló de una invitación abierta de Peña para que Aguirre regresara al redil priista. Un funcionario federal, que los vio y saludó en el restaurante debió filtrar el encuentro que de inmediato pareció tener repercusiones políticas, y que podría explicar la extraña actuación de la Policía Federal en la autopista del Sol, aquel 10 de diciembre, cuando los agentes federales llegaron armados y disparando.
En fin, que a reserva de lo que digan los jueces, empieza a desenredarse la madeja de Ayotzinapa y por lo pronto ya hay nombres de los autores materiales del asesinato de los dos estudiantes normalistas en Guerrero, y empiezan a asomarse los nombres de los autores intelectuales.
ENTRESACADO
De “traidor y desleal” fue lo menos de lo que acusaron a Aguirre los priistas cuando les dividió el partido llevándose con él a un importante número de alcaldes y diputados locales.