Roberto Calleja, coordinador de prensa del PRI, se afanaba en calmar los ánimos de los asistentes y, más aún, en tratar de emocionarlos.

 

Desde hacía una hora, los nuevos integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del tricolor aguardaban en el salón de Usos Múltiples del partido. Los periodistas otro tanto.

 

Ante ellos, en una mesa, se leían tres nombres: Pedro Joaquín Coldwell, Ana Cristina Díaz y Miguel Ángel Osorio.

 

Ya a las 12 del día -hora de la cita-, cuando el salón estaba colmado de medio centenar de reporteros y un buen número de asistentes e invitados, Calleja había tomado el micrófono para decir que “por problemas de tránsito” la conferencia se posponía para las 12:30. “Faltan algunos secretarios por llegar…”, apuntaría.

 

Cerca de la una de la tarde comenzaron los consabidos chiflidos reclamando el inicio de la conferencia. Nada. Faltando dos minutos para la una, reapareció Calleja. Volvió a tomar el micrófono y pidió esperar un poco más:

 

“Va a venir El Candidato (así, con mayúsculas) y van a poder hacerle preguntas…”, anunció emocionado, como si se tratara de hablar con Dios.

 

Sale Calleja por una puerta y por la otra ingresan Pedro Joaquín y Ana Cristina. Se sitúan ante la mesa y se quedan ahí parados, desconcertados. Entonces vuelve a entrar Calleja casi corriendo y le dice al dirigente del PRI nacional que El Candidato todavía iba a tardar y había que esperarlo.

 

Coldwell sería el último en enterarse. Acusó el golpe. Verbalmente no dijo nada, pero no pudo evitar que sus quijadas se endurecieran.

 

Conversó unos minutos más ahí, de pie, con Ana Cristiana, a la vista de todos los medios, bajo los flashazos de las cámaras y finalmente optaron por abandonar el lugar.

 

Para entonces, los comentarios se centraban en la impuntualidad de Enrique Peña Nieto. Unos comentaban que lo mismo había ocurrido hace menos de una semana en la comida con los petroleros: “¡Los tuvo hora y media esperando y hasta les dijo que era para que hicieran hambre!”.

 

Otros narraban lo acontecido en Yucatán, donde también se lució con sus retrasos. Y bueno, ¡hasta en Nueva York! Resulta que también llegó hora y media tarde a su reunión con la directiva del Wall Streel Journal, e igualmente retrasado a su encuentro -¿con quién creen?-, ¡con los banqueros!

 

Lo genial es que luego de cada evento El Candidato pregunta: ¿Cómo me fue?, como si no supiera que su impuntualidad da al traste con todo porque refleja, de entrada, falta de educación, falta de respeto hacia los otros y desorganización en su equipo. Así nomás.

 

Y aunque a la clásica pregunta de ¿qué horas son?, su corte le responda “las que usted ordene señor Presidente (Candidato en este caso)”, las manecillas del reloj no le hacen el menor caso. No es Dios.

 

¡Ah!, en cuanto si llegó Peña Nieto a la conferencia, sí. A las 13:20 hizo su entrada triunfal.

 

Gemas: Tres gemas con nombre propio saltaron en la nueva conformación del CEN del PRI.

 

La primera, poco recomendable para la imagen del “nuevo” PRI que se apresta a recuperar Los Pinos: ¡José Murat!, en vinculación regional para la zona del sureste.

 

La segunda, de primerísima categoría: el embajador Jorge Montaño, en la coordinación de Asuntos Internacionales. (Su primera misión es obsequiarle un reloj a Peña y hacer a un lado a los cancerberos).

 

La tercera, acomodado con calzador en una posición como para que no estorbe a los peñistas: Sylvana Beltrones (hija del senador Beltrones), como secretaria adjunta.

 

 

 

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