El jueves de la semana pasada, escritores, actores, intelectuales de diversas especialidades y aspirantes al Parnaso nacional de la cultura, formaban paciente fila en los puestos de revisión del Museo Nacional de Antropología e Historia.

 

Habían sido invitados (convocados) por la presidenta del Conaculta, Consuelo Sáizar, a un brindis con cualquier motivo. El fin del año pasado o el principio de este.

 

Bajo la enorme sombrilla del arquitecto Pedro Ramírez Vásquez, en la penumbra, se paseaba la ausencia del maestro Alonso Lujambio, alojado en un hospital de los Estados Unidos. Muchos veían o querían ver la posibilidad de un sondeo previo a la posible asunción de la señora Sáizar al cargo de secretaria de Educación.

 

– Eso es imposible, me comentó un conspicuo habitante de la república de las letras.

 

– Sería entregarle la SEP a Elba Esther.

 

–Pues sí, le dije, pero para los pocos meses por delante ya nada importa. También sería una forma de romper la alianza de Elba con el PRI, cosa cara y positiva para los fines del panismo.

 

A fin de cuentas y sin este asunto ni como detonante y quizá ni como ingrediente, el PRI y la señora Gordillo firmaron su acta de divorcio el viernes pasado con las consecuencias inevitables para cada uno de los dos. Si en el mundo de los negocios se habla de los arreglos win-win donde ambos salen con ganancias, en este asunto se podría decir lost- lost, pues los dos pierden.

 

Si la unión electoral entre Elba Esther y Felipe Calderón (cristalizada más tarde en la entrega feudal y gravosa de espacios administrativos y políticos de notable importancia además de las prebendas sindicales y los cuantiosos fondos derivados al SNTE), fue el precio de un raquítico –pero suficiente– 0.5 por ciento en las controvertidas elecciones del 2006, la separación “elbista” con el PAN se vio en algún momento como una ganancia inmediata para Enrique Peña Nieto.

 

Pero hoy las cosas son muy diferentes y si no las explicara la política se podría recurrir a la poesía. Si leyeran a Neruda sabrían cómo es corto el amor y muy largo el olvido.

 

 

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La caída de Humberto Moreira, en muchos sentidos cercano a Elba, y la insaciable voracidad de la maestra en busca de posiciones para su hija y sus nepotes en el aparato legislativo, con sus convenientes concomitantes de inmunidad procesal para los suyos, modificaron todo el escenario. Dicho de otro modo, el PRI de Moreira no puede ser el mismo. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

 

La docilidad con la cual el PRI “moreiriano” le entregaba a Elba todo cuanto esta pedía y hasta más, dejaba en manos de la maestra 24 candidaturas a diputados federales y cuatro senadurías, de las cuales, una era para su hija Mónica y otra para su yerno, Fernando.

 

Los problemas se extendieron a Chiapas, Sinaloa (donde querían meter a quien en lenguaje apícola se llamaría un zángano cercano a la reina del Panal), Puebla, Jalisco y el Distrito reclamaron la grosería excluyente del convenio.

 

Se debe recodar, sólo para el registro de las cosas, cómo hubo quien lo advirtiera desde un principio. El senador Francisco Labastida, ex candidato presidencial, lo dijo con toda claridad. Esa alianza “nos quita más de lo que nos da”.

 

Los priístas sencillamente se rebelaron ante las pretendidas imposiciones y a la nueva dirigencia (estaban obligados a aprobar el cambio y a nadar sin bules prestados) no le quedó otro camino: perder lo menos para no perder lo más.

Y se fue cada quien por su lado.

 

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Sin embargo la forma como esta ruptura, este truene, este divorcio o como se le quiera llamar fue anunciada resultaría cómica si no se tratara en muchos sentidos de una desgracia. Veamos:

 

“Tras una larga y cordial negociación, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Verde Ecologista de México y el Partido Nueva Alianza, de común acuerdo y por así convenir a sus intereses, han decidido que el Partido Nueva Alianza participe por separado en el proceso electoral federal 2012.

 

“Lo anterior se determinó luego de que no se alcanzaron las condiciones políticas necesarias en los equilibrios internos de los partidos. Esta decisión se tomó con el interés fundamental de respetar y preservar la unidad y los derechos políticos de los militantes de los tres partidos… esta decisión, de ninguna manera, significa una confrontación entre ellos”.

 

Dos datos resultan significativos: “no se alcanzaron las condiciones necesarias en el equilibrio político de los partidos”, lo cual quiere decir simplemente, el botín no alcanzó para todos y ante los amagos de deserción –al estilo de la chiapaneca María Elena Orantes–, se tomó la decisión de disolver el enlace (sin haberse consumado el matrimonio) “con el interés fundamental de respetar y preservar la unidad y los derechos políticos de los militantes de los tres partidos”.