El pasado 12 de enero se llevó a cabo la primera reunión de la Academia Nacional de Arquitectura después del nombramiento de los nuevos 44 Miembros de Número del pasado mes de noviembre.

 

En la agenda prevista para los cuatro seminarios que integran los trabajos, ya se vislumbran planes para atacar temas urgentes como los de la salvaguarda de las obras, su autoría, y la prefiguración de una metodología para los concursos de arquitectura en México.

 

Hoy nos ocupamos de la “habitabilidad”.

 

Nuestra tarea es encontrar mejoramiento de espacios públicos y privados, y de la calidad de vida de la población en su conjunto, con todo lo que esto significa. Poco ingente el reto…

 

La palabra habitabilidad, de acuerdo a la definición de la Real Academia de la Lengua es la “cualidad de habitable, y en particular la que, con arreglo a determinadas normas legales, tiene un local o una vivienda” El término Habitar deriva del latín habitare que significa “ocupar un lugar”, “vivir en él”. Según Martin Heidegger, somos en la medida en que habitamos, ser hombre (y ser mujer) significa: estar en la tierra como mortal, significa: habitar. La apropiación del lugar significa construirlo: habitarlo, en conformidad a la dignidad de las personas.

 

El arquitecto José María Gutiérrez, dirige a los 11 arquitectos que nos encargaremos de este tema. Para él la primera noción de habitabilidad como término de cualidad, se tuvo durante la Declaración Sobre los Asentamientos Humanos que se llevó a cabo en Vancouver el 11 de junio de 1976, en donde, a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos se denominó: HABITAT. Pensamos partir desde allí, pero pronto nos dimos cuenta que habría que ir mucho más atrás.

 

En un contexto en el que las condiciones de habitabilidad son sumamente deficientes y cuestionables (léase calidad de vida), y ante la necesidad de establecer un camino a seguir con metas reales, digamos, la producción de cierto “plan” efectivo que permita acercarnos a una mayor habitabilidad del gran asentamiento humano llamado ciudad, optamos por un ejercicio profundo de “repensamiento de la arquitectura”, en un momento protagonizado por un hombre súpermoderno que no reflexiona, sino que “calcula”.

 

Coincidimos en que hubo cierto momento que los arquitectos perdimos los pocos hilos que tuvimos sobre la ciudad. Quedamos descolocados hasta llegar a un punto de crisis. Se puede pensar que la ciudad es una gran obra producida por el hombre, pero en el caso del Distrito Federal 60% de la mancha urbana tuvo su origen en invaciones. La vivienda, por ejemplo, se convirtió en una excusa para generar riqueza, pero la calidad de vida se vino abajo. Conjuntos habitacionales de interés social gigantescos que degeneraron en focos de inseguridad y violencia, modificando la manera de vivir de las familias. La explosión de la mancha urbana, en lo que toca al transporte, llegó a un grado tal que el automóvil ya no nos acerca sino nos aleja.

 

Si la habitabilidad es la esencia de la arquitectura, entonces, hoy por hoy, debería ser un oficio interdisciplinario: urbanismo, diseño industrial, ingeniería, sociología, filosofía, biología, o ciencia política. En este sentido, la relevancia que juegan las universidades y la enseñanza de la arquitectura es fundamental, y ante la necesidad de ir avanzando por un camino que se antoja más bien largo, algunos seminarios hemos inciado ciclos de conferencias (el nuestro en la escuela de arqutiectura de la Anáuac México Sur) con los nuevos miembros de la Academia Nacional en el tema de Habitabilidad.

 

El pasado miércoles 18 fue la primera paricipación a cargo del Arquitecto Honorato Carrasco, quien dictó una charla magistral revisando la arquitectura desde su origen como objeto, hasta nuestros días de espejismos mediáticos, dejándonos un “ideario” puntual sobre su visión de la Arquitectura:

 

“Lo edificado, lo que se vincula al sitio, lo sensorial, lo habitable, y lo recorrible”.

 

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