¿Es Peña Nieto o se parece?, inquirió con jiribilla uno de los legisladores priistas a sus compañeros.
Las carcajadas en derredor no tardaron en responder. Todos sabían a quién se refería. Imposible no notarlo.
Y es que el candidato tricolor al gobierno de Jalisco, Aristóteles Sandoval Díaz –ese joven ex alcalde de Guadalajara, que bien puede reconquistar el estado para el PRI el próximo 1 de julio-, se ha convertido en un “peñanietito”.
Dejó atrás su clásico estilo de llevar el pelo un poco largo, todo echado hacia atrás y bien engominado, a recortarlo prudentemente y dejarse un copete en la frente, bien onduladito y acomodado, y que para nada se despeina. ¡Igualito al de Enrique Peña!
Sandoval es uno más de los “peñanietitos” que han aparecido en las filas del PRI -así los han bautizado sus propios compañeros-. Se distinguen por ser jóvenes, vestir de traje y corbata -o de manera deportiva pero elegante-, lucir frescos, andar bien rasurados y sobre todo, peinar el copete a la Peña.
No son pocos los que lo intentan, pero no a todos les es fácil. Por ejemplo, Rolando Zapata Bello, también candidato a una gubernatura (la de Yucatán), se acerca un poco al estilo “peñanieto”… “Por lo menos en lo que a generación se refiere”, bromean sus compañeros de legislatura.
El yucateco ciertamente hace honor a su segundo apellido, pero lo que es su cabello, un tanto rizado sobre la tez morena, poco caso le hace para acomodarse por más engominado que le aseste. Pero digamos que “le da el golpe” a Peña.
Son los viejos zorros priistas los que sonríen y dan cuenta del nuevo look de quienes toman el relevo. Unos lo hacen con buen humor, otros no tanto. Estos últimos permanecen enfurruñados en cualquier rincón por no haber sido tomados en cuenta por el equipo del candidato presidencial. Y lo hacen notar y lo dicen a los cuatro vientos. Tal es el caso de Óscar Levin Coppel, al que ni siquiera una invitación para “acompañar” al candidato a Sinaloa lo pone de buen humor. Es más, la rechaza.
“Ya necesitarán gente como nosotros, sin cola que le pisen y que sepan de verdad”, advierte desde la única capucha que dice ostentar en estos días: “La de economista, porque la de político ya me la quitaron”.
Con mejor ánimo, José Ramón Martel hace a la perfección su labor de moderador durante la inauguración de la plenaria priista, y con sabiduría apunta: “En esto, lo importante no es cómo se inicia sino cómo se termina”.
Martel, de 56 años, a quienes los “peñanietitos” y compañía ven como los dinosaurios del PRI, juguetea y bromea con eso de las generaciones, aun y cuando los “nenes” le echan en cara que él -y los de sus edad- actúan “por olfato”, en tanto que los jóvenes “actuamos con cifras en la mano”.
En pocas palabras, están bien divididitos. La edad y la apariencia es lo que hace la diferencia entre unos y otros.
Y claro, la posibilidad tan cercana -al menos eso muestran las encuestas- de volver a Los Pinos, de saborear de nuevo las mieles del poder y saberse con el derecho y la posibilidad de ubicarse en posiciones atractivas del gobierno federal hoy vedadas para ellos, exacerba la situación. Son: “los viejos” y “los jóvenes”; los “demodés” y los “peñanietitos”.
Ya podrán decir Pedro Joaquín Coldwell y Francisco Rojas que fueron ellos, los priistas probados, los que no desertaron, quienes abrieron la posibilidad para que hoy sus jóvenes cuadros estuvieran a punto de devolverle al PRI la silla presidencial.
Y lo mismo podrá espetarles Beatriz Paredes, recordándoles que ellos -la vieja generación- se está “sacrificando” para lograr el triunfo de su candidato a la Presidencia de la República.
Acaso un aplauso y nada más.
Porque valga anotar que ayer, durante la inauguración de la parlamentaria, la tlaxcalteca dejó ver que estaba consciente de que iba a perder la elección en el Distrito Federal:
“Y si nos toca ir a la trinchera más difícil, vamos a estar en la trinchera más difícil con el mejor ánimo, con la mayor fortaleza, con la mayor decisión y con la certeza de que lo que importa para el país es el triunfo de nuestro candidato a la Presidencia de la República”.
En pocas palabras, Paredes diría que sacrificaba su cabeza en aras del triunfo de Peña Nieto.
Así se ven “los viejos” priistas, mientras los nuevos adoptan el estilo y el peinado “peñanietito”.