Con el ADN no es necesario la lectura de cartas ni doctorarse en profecías. El ejercicio de escanear los componentes empresariales de Carlos Slim nos llevará al siglo pasado donde el Estado se encargaba de despojar el futuro a las nuevas generaciones.
La OCDE tiene razón al decir que los consumidores mexicanos pierden más de 25 mil millones de dólares cada 365 días por la concentración del mercado de las telecomunicaciones.
El costo de oportunidad que generan los monopolios impacta, al menos, en tres rubros: innovación, productividad laboral y eficiencia en los mercados. El empresario que año con año aparece en el top ten de Forbes trató de confundir a su auditorio al decir que entre Telmex y Telcel recaudan no más de 17 mil millones de dólares. La cifra es incuestionable pero lo que no dijo Slim fue la estimación que sí hace la OCDE, el costo de oportunidad. ¿Cuánto valdría el mercado de las telecomunicaciones en México si existiera la competencia perfecta? Lo que es seguro es que el mercado no vale 17 mil millones de dólares. Vale mucho más.
El costo de oportunidad representa al basamento de la economía e implica el costo de la segunda mejor opción (rechazada). Es decir, imaginemos, repito, imaginemos por un momento que junto a Telmex, existieran diez compañías cuyo servicios se dirigieran a satisfacer la demanda de telefonía fija. De manera inmediata sucederían, al menos, tres aspectos significativos:
El mercado, y no los burócratas, determinaría el numero eficiente de empresas; 10, 8 o quizá más, 12 o 15; la rivalidad incentivaría a los dueños de las empresas a maximizar la innovación; los clientes se beneficiarían por la competencia en precio, en cobertura y en servicio entre todos los participantes del sector.
Describiré un ejemplo, sin apelar al futuro, para que los burócratas y el hombre que editorializó el estudio de la OCDE a través de cuatro palabras, “una jalada de pelos”, no se ofendan.
Durante la década de los 70 y 80, la empresa Cablevisión, en la ciudad de México, se mantuvo como la única empresa que ofrecía canales de televisión por cable. El crecimiento de su negocio lo restringía no sólo el poder económico de las familias más desprotegidas sino su propia zonificación del cableado. Familias que vivían en zonas donde Cablevisión no contaba con la instalación de cableado no podían contratar sus servicios.
La empresa necesitaba justificar la inversión a través de la rentabilidad.
¿Quién perdía?
El milagro llegó. Durante los ochenta nació MVS Multivisión e ingresó al mercado de la televisión restringida a través de la innovación. Una antena solucionó el problema de la zonificación; rompió la segmentación (Cablevisión) para ofrecer sus servicios a toda la población.
Posteriormente, Cablevisión tuvo que responder a MVS a través de estrategias en contenidos temáticos de sus canales, es decir, la competencia la despertó.
Por lo anterior, suenan a broma las declaraciones de Carlos Slim en contra de la OCDE.
Pero el detalle no concluye. Su respuesta en contra del organismo internacional corresponde al típico político mexicano nacionalista de los años setenta. No quiere reconocer que las instituciones supranacionales (como la Comisión Europea, por ejemplo) nacieron para vigilar la evolución de los mercados a través de la competencia.
La especialización de la OCDE en materia de productividad y desarrollo la ha convertido en una referencia global.
¿Queremos o no escuchar las recomendaciones de la OCDE?
Si la respuesta es negativa, vayamos a tomar café a Sanborns en lugar de saborear un Nespresso aromático acompañado de un buen periódico.
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