Se dice que la crisis alimentaria afecta a todos los países, a cada uno con fuerza e impactos diferentes. Según el Índice Global de Hambruna (GHI) de la FAO, 4 países atraviesan una crisis extremadamente alarmante, 22 tienen un problema alarmante, 33 naciones tienen un problema serio, 22 (aquí esta ubicado México) enfrentan un problema moderado y 41 países tienen un índice bajo. Podríamos pensar que no estamos tan mal, pero estos son sólo números. Campanas de alarma empiezan a sonar cuando se denuncian suicidios dentro de las comunidades tarahumaras.
El presidente Calderón afirma que el cambio climático es la raíz del problema de la hambruna y pobreza de las poblaciones más vulnerables del país, sin embargo, no puedo más que cuestionar tal declaración. Habrá muchas cosechas perdidas, sí, habrá que plantear políticas que busquen solucionar el dilema de las consecuencias del cambio climático y también habrán poblaciones que hayan sido terriblemente afectadas por las sequías. Sin embargo, es necesario considerar muchos otros factores que causan una crisis como la actual. De no hacerlo se corre el riesgo de plantear otro programa efímero que no generará una solución real al problema.
Es interesante considerar los factores que según la FAO han llevado al aumento de precios de los commodities agrícolas que incluyen otros factores además del cambio climático: precios de petróleo, políticas de bioenergía, administración de agua, tratados de libre comercio, demanda y precios domésticos de comida, y finalmente las reservas domésticas de comida.
En México no sólo no tenemos reservas de granos, sino que según la FAO vamos a tener que importar 6% más que el año pasado. Hay quienes opinan que ha sido una consecuencia de la firma de tratados comerciales, seguido de una serie de malas políticas que no han sabido enfrentar el problema acertadamente. Lo cierto es que México ha perdido autosuficiencia alimentaria y nos hemos convertido en un país donde la dependencia de producción extranjera ha determinado el consumo nacional. Hemos perdido la capacidad de ser competitivos además de no contar con reservas de granos para atender la crisis como la que hoy se vive en Chihuahua.
La situación actual de los tarahumaras, no podemos adjudicarla únicamente al cambio climático, pensar así es peligroso. Llevaría a plantear, una vez más, soluciones con fallos estructurales que estarán muy lejos atacar el problema de raíz.
Durante siglos la comunidad tarahumara ha sido capaz de resistir la furia de la naturaleza. Lo que me lleva a creer que ésta sequía en particular es diferente para los habitantes de la Sierra Rarámuri. En medio de un interminable clima de inseguridad y violencia como el que estamos viviendo, no nos queda mas que cuestionarnos el papel del gobierno, sumado a una serie de políticas públicas manchadas de corrupción que no han sabido proteger a quienes pretendían.
Hay quienes podrían recurrir a echarle la culpa a los tarahumaras por vivir aislados del resto de la sociedad, pero también hay quienes defienden que es precisamente la resistencia y el principio de contradicción lo que les ha permitido sobrevivir todos estos años.
Por ello, leo con escepticismo las declaraciones del presidente, todos sabemos que los pueblos indígenas han sido sometidos a procesos de discriminación, marginación y exclusión permanentemente en nuestro país.
Al no respetar los principios de consulta y no considerar en los proyectos gubernamentales las concepciones culturales particulares de cada comunidad, se plantean programas que resultan tan ineficientes como insuficientes. No tomar en cuenta los usos y costumbres de los sujetos a los que se pretende alcanzar, genera una crisis de identidad dentro de la comunidad, que a su vez resulta en un rompimiento del tejido social, proceso que se ha intensificado exponencialmente por la creciente presencia de violencia y narcotráfico en la zona.
El problema ya estalló. La Comisión Nacional de Derechos Humanos hace un llamado para que se cumplan las garantías básicas a la protección de salud y alimentación, centros de acopio se han abierto en diversos puntos del país, se plantean programas de entregas de alimentos, hasta la Iglesia ha hecho un llamado para que aportemos. Todo suena muy bien y de hecho tiene hasta un tinte romántico pero… ¿y luego?
Dicen por ahí que el primer paso es aceptarlo, creo que a menos que el gobierno no acepte el conjunto de consecuencias que resultan más complicadas que el cambio climático, difícilmente se plantearán políticas que alivien el problema de fondo y generen soluciones a largo palazo. Ya veo en enero de 2013 centros de acopio montados, llamados de la Iglesia atendidos, programas de envíos de alimento a la sierra implementados. Aún así, me seguiré preguntando, ¿y luego?
*Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública egresada de la Universidad Iberoamericana, estudiante de la Maestría en Antropología de la London School of Economics y asistente de investigación en Contorno, Centro de Prospectiva y Debate.