Hace algunos domingos iba caminando con mi hijo menor por la lateral del periférico, a la altura de la glorieta de San Jerónimo, en donde está el asta bandera al sur de la ciudad. Nos dimos al cumplimiento de algunas tareas domésticas menores, y siendo domingo, por qué no, caminar… En este punto de la ciudad es muy aparatoso ver como se olvidaron por completo del peatón.

 

Si uno quiere entrar al “Centro Comercial de La Comercial”, por ejemplo, hay un tramo largo en el que no hay más que andar entre los autmóviles caminando. Un desastre. De allí tuvimos que retomar la lateral para lograr cruzar hacia la Unidad Indepndencia (de Alejandro Prieto y José María Gutiérrez), y encontrar una oficina de correos que efectivamente, allí está.

 

Cuando llegamos al puente peatonal -de estos precolados de la penosa 1ª etapa del segundo piso del periférico- para cruzar, encontramos, ya arriba del puente, que estaba lleno de basura. Mi hijo me preguntó: papá, ¿por qué está lleno de basura?, independientemente de mi respuesta –no muy buena- lo relevante aquí es el comentario del niño, que refrenda ese “lugar común” que se da en muchas de nuestras familias: “si yo fuera presidente, tendría la ciudad limpísima”, …o “no habría baches en las calles”, o “los taxis serían mucho más padres”…

 

Es algo muy curioso: los niños sienten que teniendo “el” poder (“si fuera presidente”) lo harían porque se les antoja fácil, alcanzable. Como si fuera una cuestión de voluntad poítica. Hasta los niños lo perciben. ¿En donde se hace tan dífícil?, El niño ¿quisiera ser preseidente?, o en realidad lo que quisiera es una ciudad limpia!.

 

Estamos vviendo una crisis en el tema de la basura ciertamente (complicadísimo), los taxistas no quedaron muy contentos con las políticas (requisitos) del acutal gobierno, y se nota en el servicio y en los mismos taxis, los baches, bueno, ahora que empiecen las lluvias vienen de nuevo, y así sucesivamenten en todas las agendas y renglones que se quieran.

 

¿Que debemos esperar del próximo gobierno del Distrito Federal?

 

Cada vez son más difíciles de idenificar los límites de nuestra ciudad. Es una masa gigantesca, un mega-territorio que en muchos casos no acaba en sí mismo, sino en otro Estado. La ciudad es una supuesta “creación” de sustancias indefinibles, principalmente construcción sin planeación, azar, resignación, invación, y arquitectura.

 

Abraham Zabludovsky, un gran arquitecto que recordamos como “de gran escala”, aseguraba que los arquitectos cada vez teníamos menos que hacer en la ciudad, pero, en realidad, ¿quiénes sí? Términos como ciudad con proyecto, o planeación urbana, o programa de desarrollo, hoy parecen más bién incumplibles promesas de campaña.

 

Creo que esto ocurre siempre que intentamos entender al DF como una ciudad uniforme, un ente “googlearth”, cuando menos y sin conscientizar las zonas suburbanas que ya son Estado de México. Es imposile escapar a la postura apocalíptica, en los términos del famoso libro de Umberto Eco, “Apocalípticos e Integrados” (1965), en el que introduce el término de la “cultura de masas”.

 

Tomando esta notable lectura como referencia, la postura apocalíptica de la ciudad se podría definir como el resultado de la suma exponencial de diversos intereses de fragmentos de la sociedad o jugadores que la integran: desarrolladores inmobiliarios, comités vecinales, publicistas de exteriores, vendedores ambulantes, franeleros, trabajadores de la bausra, taxistas, economías informales, etc…

 

Entonces lo que habría que esperarse de un buen jefe de gobierno es que fuera capáz de empatar al mayor número de intereses posibles, con el conocidísimo peligro de fracasar por eso, es decir, por querer quedar bien con todo el mundo; tristemente en democracia así es, en tanto sean votos, no hay mejor apuesta que la de querer quedar bien con todo el mundo.

 

Por otra parte, la postura “integrada” en este ejercicio de expectativas, sería localizar un “bien común” y blindarlo contra la inercia democratizadora y política que ata a la ciudad.

 

En este sentido, a saber, la continuidad de las estrategias de la autoidad del espacio público, el trasporte público de calidad y las bicicletas, la salvaguarda de nuestro Centro Histórico peatonalizando más calles, seguir mitigando el daño ocasionado hasta hoy por “su majestad el automóvil”, o cualquier iniciativa de redensificar la ciudad hacia su centro, promoviendo recuperaciones “verdes” en una ciudad francamente gris, (echando mano de la buena arquitectura para insertarla en donde se necesite, por supuesto), serán acciones muy bien recibidas.

 

Los blindajes aludidos deben encontrarse en la sociedad civil y en instituciones no gubernamentales, universidades, colegios profesionales, academias nacionales, organizaciones no gubernamenales, o inclusive en un Conaculta más autónomo. El gbierno tendrá que trabajar mucho más con esta visión “integrada”, que por añadidura legitimaría su obra.

 

La historia del inicio de la columna es buena por eso, porque cualquier niño de primaria, siente la necesidad de ser presidente para promover un bien común: una ciudad limpia, por ejemplo. Lo que percibimos hoy agudamente, es una desesperada necesidad de tener el poder, pero nada más.

 

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